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ALFONSO SALGADO RUIZ una sequedad infinita, en una relación con un Dios que siem­ pre está probándolos con unas pruebas horribles en su camino de fe. Buena parte de una fe cristiana basada en lo exclusiva­ mente emocional, en lo afectivo, en una oración descarnada y poco comprometida, en momentos de ebullición al calor de miles de personas entonando una misma consigna,... puede encontrarse como factor favorecedor de esta anomalía. - Leguleyos y obsesivos : la fe de los fariseos, de quienes todo lo resuelven con el cumplimiento escrupuloso de una ley, sin entrar en lo que dicta la propia ley, de quienes consideran que Dios es enemigo del hombre y, por supuesto, del mun­ do y de todas las satisfacciones que éste pueda proporcionar. Ahí detrás está una profunda ambivalencia afectiva ante Dios: un profundo odio a quien me impide gozar y, a la vez, una sumisión infantil para evitar sus castigos. Una vida de escrú­ pulos, de normas éticas que uno no sabe muy bien explicar ni tiene interiorizadas, una exacerbación de los rituales y los cumplimientos obsesivos como manera de asegurarse el amor de Dios. Y aún queda algo más por concretar. No sólo es preciso determi­ nar qué tipo de fe y de educación religiosa, entendida en el sentido más amplio del término, contribuye o no a la de salud mental o a su deterioro. Sería la visión negativa basada en la prevención. Es preciso también asumir la visión positiva, propia de la promoción de la salud, y preguntarnos en qué medida la identificación con Cristo es factor que pueda contribuir al crecimiento personal, al bienestar y a la felici­ dad, entendidos siempre estos términos en sentido positivo. Para ello, no basta centrar los esfuerzos en la psicopatología y los factores de riesgo, sino cambiar de enfoque y dirigir la mirada a los aspectos más positivos del comportamiento humano. 20 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 7-51, ISSN: 0470-3790

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