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¿SER CREYENTE HACE FELIZ? Evidentemente, la experiencia religiosa se vive en relación con el conjunto de factores y determinantes personales y ambientales del sujeto. Pretender encontrar una “experiencia religiosa pura”, libre de cualquier determinante psicológico, es una ilusión y un mito. Por tan­ to, la madurez religiosa, igual que la salud mental entendida en el sentido positivo y actual del término, y no sólo como ausencia de enfermedad, es un horizonte hacia el que caminar, una utopía de lle­ gada que moviliza al sujeto, pero no un estado final o de partida. Ciertamente, hay claras anomalías religiosas, entre las que pode­ mos señalar las siguientes2: - Lofanático y lo paranoide: proyección, sospecha, rigidez, jui­ cio crítico formalista e inmisericorde, ... la urgencia de saber y ser reconocido como portador de la verdad, y saber que el mal siempre se encuentra fuera: en los herejes, en los laxos, en los diferentes... Ahí está el origen del fundamentalismo, del inte- grismo, del fanatismo de uno u otro signo. En definitiva, se tra­ ta de hombres y mujeres muy poco religiosos, por cuanto que la bandera de Dios que dicen defender a ultranza no es sino la bandera de su idea, camuflada de creencia y dogma, que se ven obligados a imponer violentamente porque está en jue­ go su propia aceptación. Por eso se afirma que “ los fanáticos devoran la divinidad ”, porque necesitan apropiarse de ella como medio de conjurar una diferencia, que es vivida como una amenaza intolerable en la medida en que viene a negar el carácter absoluto que el sujeto necesita concederse a sí mismo. No son pocos los fanatismos actuales que encubren muy poco amor a Dios, del que dicen ser exclusivos servidores. - lluminismo e histeria: es el caso del alumbrado, del falso mís­ tico, donde Dios no es sino un imaginario donde encontrar refugio y satisfacción a unas carencias afectivas muy profun­ das. En estos casos, la fe es vivida como una constante pasión, que va desde la consolación total a la desolación absoluta, de la necesidad de ser mártir con un dramatismo exhibicionista a 2 Seguimos aquí la propuesta de Domínguez, O.c., 158-166. NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 7-51, ISSN: 0470-3790 19

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