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ELISEUDO SALVINO GOMES que hay cosas importantes para cuidar cada uno; además de la rutina diaria, y eso debe dar una razón de ser a esa rutina, sentimientos de que el mundo, en cierta forma, desea nuestra presencia, correspon­ diendo a una imagen innata que está presente en cada biografía. Apoyado en las palabras de Merleau Ponty (1975), el ser hu­ mano es esencialmente un ‘espíritu en el mundo’, es decir, un co­ nocedor que en el acto de afirmación en la cual declara la esencia universal y absoluta de los objetos materiales, tornase consciente de sí mismo, como sujeto espiritual distinto de los objetos materiales. En esto, entre Dios y el espíritu humano, son posibles relaciones, teniendo en cuenta que el intelecto humano es una fuerza orientada en dirección al infinito absoluto, Dios. Para Rulla (1987), el sentido de vocación está intrínsecamente ligado al factor de ser cristiano, de aceptar una llamada de Dios, para dialogar con Él. El hombre, al atender la llamada divina, encuentra dos realidades en la dimensión antropológica: en la primera, él se trasciende a sí mismo, es decir, se proyecta más allá de todo lo que es; de todo lo que piensa, de todo lo que ha realizado y conquista­ do, en el sentido de alcanzar a Dios, su razón última; en la segunda, se encuentra con sus propias limitaciones, que son inherentes a la naturaleza humana y que pueden obstruir su intención de trascender teocéntricamente. Así, ocurre como si cada dimensión concurriese para un lado contrario. De ese modo, los autores Rulla y Hillman están de acuerdo que la vocación o “daimon” idealmente abarca la vida particular y pública de un individuo. Atañe a todo hombre de tal forma que no debería haber diferencia en él, entre su ‘persona’ profesional y su estado de vida. Por tanto, es en el amor donde el hombre encuentra el sentido de la libertad para trascender, una libertad que comporta un cambio, una nueva situación, a la que sigue una ética social de entrega para el bien y para el servicio a los demás. Como se puede ver, las dos realidades antropológicas inevitablemente en cuestión en lo que se refiere a la vocación cristiana son, en cierto sentido, divergentes. “A la d e la au totrascenden cia es p o r si fa v o r a b le a la cooperación hu ­ m an a con la \Nueva A lian z a ’ a l p a s o qu e las lim itaciones hum anas 606 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 599-618, ISSN: 0470-3790

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