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ELISEUDO SALVINO GOMES (Rm 8, 29-30), trayéndolos a su servicio. La vocación evangélica es la llamada de Dios para servir en alguna actividad específicamente relacionada al evangelio, procurando edificar a la humanidad y pro­ clamar al mundo las buenas-nuevas de redención. Esa vocación re­ dentora es ofrecida a todos. A pesar eso, solamente aquellos a quien Dios conoció, eligió y llamó son capaces de apropiarse de ella. En realidad, nadie viene a Él espontáneamente, sino sólo por fuerza de un llamado: “a los qu e d e an tem an o con o ció ... predestinó; y a los qu e predestinó, a esos también llam ó ” (Rm 8, 29-30). Giordani (1990, 7), habla sobre vocación, a partir de dos dimen­ siones: la humana y la divina. La vocación se refiere “a la acep ción específica d e invitación qu e Dios dirige a algu ien p a r a qu e - e n el ám bito d e la Iglesiar- siga a Cristo en un estilo p a rticu la r d e vida: aqu el sa cerd o ta l o a qu e l religioso”. Como el autor hace un estudio psicológico sobre la vocación, él enfoca el problema vocacional a partir del comportamiento que el hombre pasa a demostrar después de aceptar la intervención de Dios, de forma explícita, en su vida. La definición de vocación en Teixeira (1995) se basa en la de Ge- ffré, que habla de la vocación permanente de la Iglesia como Institu­ ción. Esa vocación es representada por la misión evangelizadora de la Iglesia, que no consiste, apenas, en convertir personas al Cristianismo o a algún sacramento religioso (carácter cualitativo), sino en la misión de dar el testimonio vivo del Reino de Dios existente más allá de la frontera terrena, o sea, transcendental. Examinemos el pensamiento de Geffré apud Teixeira (1995, 226) presentado a seguir: “La vocación p erm an en te d e la Iglesia no consiste en la extensión cuantitativa d e sus miembros, sino, en el diálogo y co la boración con todos los h om ­ bres d e bu en a voluntad (qu e pu ed en p erten ecer a otras religiones o fam ilia s espirituales), revelar y p rom ov er el Reino d e Dios qu e y a com en zó a inaugurarse en los prim eros instantes d e la crea ción ”. La vocación de la Iglesia sería, entonces, promover diálogo y colaboración entre los hombres que así lo deseen, revelando el Rei­ no de Dios inaugurado a partir de la creación divina. Según el Papa Juan Pablo II (1999, 143), la vocación está en atender la llamada de Dios y dedicarse totalmente a la misión que 612 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 599-618, ISSN: 0470-3790

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