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DIÁLOGO DE LA IGLESIA CON LA SOCIEDAD Y LA CULTURA ACTUALES puede ser refutada ”15. Pero esta crítica de Kant tampoco carece de limitaciones y sería unilateral, al no llegar a una mayor unidad entre los dos usos, teórico y práctico, de la única razón. Las limitaciones de las pruebas se han dado, en realidad, desde el principio de la historia de la filosofía; sobre todo a partir del neo­ platonismo. San Agustín pensaba que “nadie es capaz de encontrar a Dios si no ha creído de antemano lo que va a pensar después ”*6. Pero también afirma que anhela “no sólo creer lo que es verdad, sino también aprehenderlo y comprenderlo ”*7. Desde estos puntos de partida, San Agustín, en diálogo con Evodio, intenta construir una prueba: “No obstante procuramos comprender aquello que cree- mos’A8. La prueba tiene valor para que el creyente se reafirme en su fe, haciendo ver que es razonable creer; pero no lo tendría para con­ vencer al adversario. Para Santo Tomás, los argumentos se llaman “vías” y “preámbulos de la fe” ( praeambula fidei ). El razonamiento llega hasta un primer principio. La identificación con Dios es un paso más, que se dará ya desde la fe. También aquí, las vías sirven para hacer ver que creer es razonable; pero no pueden dar la fe. Ésta es un don de Dios. Siglos después, un gran científico matemático, físico e ingeniero, como fue Pascal, criticaba el racionalismo de Descartes, afirmando en general: “¡Son tan pocas las cosas que se pueden de­ mostrar!”. Y frente a la demostración cartesiana de la existencia de Dios, Pascal no proponía otra prueba que la de la apuesta por el sí a la existencia. Las ideas de la teología negativa tradicional se acentua­ ron más recientemente, primero en Kierkegaard, en reacción contra la filosofía de Hegel; y luego en la llamada “teología dialéctica” de Barth, Bultmann, Gogarten, Brunner y otros, en reacción contra el racionalismo y pretensiones científicas de la escuela liberal. Y en las últimas décadas del siglo XX estas ideas se han acentuado también en la teología católica. Ciertamente, los argumentos no pueden dar la fe. Pero un mayor conocimiento de esta problemática sí podría 15 L. KANT, Crítica de la razón pura, B 669; A 641 16 SAN AGUSTÍN, De libero arbitrio, II, 6,18. 17 Id., Contra académicos, III, 20,43. 18 U<±, De libero arbitrio, 11,5,12-39 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 569-598, ISSN: 0470-3790 583

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