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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS si me limitara a creer eso, ¡que ya es creer!, y admitiera la posibi­ lidad de que cuando todo lo generado por tal Divinidad llegara a término en una posible desaparición, también ella concluiría con tal desaparición, entonces sería panteísta. Pero yo nunca he afirmado tal cosa, ya que estoy convencido de que, si llegara a producirse el fin de todo lo creado, el Ser Creador, continuará siendo y, ya ves, con este leve matiz he dejado de ser panteísta. ¡Ya no soy panteísta! ¿Ves qué fácil? ¿Has estudiado algo de física? ¿Sí? Pues habrás oído hablar de la sinergia. Del griego “cooperación” (¿No te suena a Amor?), que el Diccionario oficial describe como acción de dos o más cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales. Yo, menos acadé­ mico, suelo describirla como: “El todo es superior a la suma de las partes ” y si tienes la osadía de escribir TODO con mayúscula, resul­ ta que conviertes la Física en Teología. Otro ejemplo ilustrativo: un cigoto. Todos fuimos un cigoto, re­ sultado de una mitad de célula llamada óvulo, con 23 cromosomas, aportada por nuestra madre, y de otra mitad llamada zoosperma, con otros 23 cromosomas, aportada por nuestro padre. Los cromosomas son los que contienen los genes, “la inteligencia” tanto del cigoto como de sus células hijas, que tienen programado lo que éstas de­ ben hacer para multiplicarse y cómo serán, en cada momento del desarrollo del feto, sus descendientes, ya que unas estarán destina­ das a ser cerebro, otras ojos, otras oídos, otras pulmones, corazón, hígado, páncreas, estómago, huesos... y así hasta conformar un todo que eres tú. Pero, ¿acaso te limitas a ser nada más que una estructura de cien billones de células distintas, aunque descendientes de una sola? ¡No, porque, además, eres TÚ, con tu personalidad, tu mente, tu inteligencia! Eres algo así como un dios para tus células, a pesar de que ellas son inteligentes en sí mismas, puesto que saben lo que tienen que hacer y lo hacen para que tú existas, pero el que posee la conciencia del SER eres tú, que rebasas la simple suma matemática de todas tus células, puesto que no hay parte alguna de ti que no lo sea. Cuando adquieres conciencia, eres tú el que piensa que debes alimentarte para vivir (viviendo en ellas), el que reflexiona sobre lo 562 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

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