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LA REALIDAD SUPREMA ves? ¡Pues te equivocas! Lo que llega a tu retina son los fotones que salieron de la estrella hace unos 300 años; o sea que, lo que crees ver, puede muy bien no existir desde hace más de un siglo, y tú sin enterarte; y no sólo sin enterarte, sino afirmando una mentira cuan­ do aseguras verla. ¿Que habrá otras estrellas más próximas que se pueden ver en el momento en que miras? ¡Pues no! La más próxima que tenemos, aparte del Sol, es Alpha Centauri, cuya luz tarda casi cuatro años y medio en llegar a nuestras pupilas. ¿Qué es lo que ha caracterizado al Homo desde que descendió del árbol y se irguió sobre sus extremidades inferiores? ¡Su interés por lo Trascendente! ¿Qué a ti no te va la trascendencia? Concedido, eres muy libre, ¡pero no eres Homo! Careces de su principal caracte­ rística identificadora. ¿De dónde crees tú que proceden tu capacidad de reflexión, los sentimientos hacia tus padres, hacia tu consorte, hacia tus hijos y nietos? ¿O es que no tienes sentimientos? ¡Te callas, no sabes qué argumentos esgrimir para rebatirme! En tu fuero interno admites que esos nobles sentimientos no se ven, pero que son reales, tan reales que constituyen, como acabo de resaltar, las características de tu Humanidad. ¡No creerás tú que esas portentosas aptitudes que te adornan: la inteligencia, la capacidad reflexiva, el afán de superación, el amor a los tuyos, son consecuen­ cia de una simple secreción de tu materia, por muy compleja que sea! ¿Aún dudas de que ha de haber Algo, superior a nuestra limita­ dísima capacidad de comprensión, que maneja con suma habilidad y sabiduría los tenues hilos de las marionetas de esta complicada exis­ tencia terrena y, por qué no admitirlo, los de nuestra subsiguiente y entonces ya definitivo Ser... trascendente? A pesar de que tus miopes ojos no puedan verlo, ¿acaso no percibes el Amor del Creador a su Creación, en la que tú, si humildemente aceptas tu Ser Humano, pasarás a ocupar un lugar preferente como hijo?... La fe no es creer lo que no se ve. Eso no es fe, eso es increencia. Tú no ves ni has visto la Antártida, pero como sabes que está, que existe, lo crees o, más bien, lo sabes... Tampoco has estudiado ni entiendes nada de la teoría de la Relatividad einsteiniana pero como la avalan prestigiosos científicos, crees en ella. ¡Faltaría más!. Eso no es fe, es creencia. NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790 559

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