PS_NyG_2009v056n003p0481_0566

FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS más que de imágenes o ficciones, si lo preferimos, entendiendo por ficción el hecho de no haber llegado la ciencia a estar en contacto con la Realidad Última. Muchos sostendrían que, desde un amplio punto de vista filosófico, el logro más sobresaliente de la física en el siglo veinte no ha sido la teoría de la relatividad al combinar con­ juntamente el espacio y el tiempo, ni la teoría cuántica con su actual aparente negación de las leyes de la causalidad, ni la disección del átomo y el consiguiente descubrimiento de que las cosas no son lo que parece: es el reconocim ien to universal d e qu e aún no nos hemos puesto en contacto con la R ealid ad Última. Por emplear los términos del conocido símil de Platón, segui­ mos estando prisioneros en la caverna, de espaldas a la luz, y sólo podemos ver las sombras que se reflejan en el muro. Por el momen­ to, la única tarea que la ciencia tiene inmediatamente ante sí consiste en estudiar esas sombras, clasificarlas y explicarlas del modo más simple posible. Cayendo de nuevo en el lenguaje crudamente antropomorfo que hemos venido usando, podemos considerar desechada la posi­ bilidad de que el Universo haya sido planeado por un biólogo o por un ingeniero; a partir de la evidencia intrínsecas de su propia obra, el Gran Arquitecto del Universo em p ieza ah o ra a perfilarse com o un matem ático pu r o (174. 185). M. P lan ck (1858-1947) se lamenta de que, según parece, las iglesias son incapaces de ofrecer ese enraizamiento espiritual que mucha gente está buscando. Y por eso la gente busca en otras direc­ ciones. La dificultad con la que se encuentra la religión organizada para atraer a la gente hoy en día proviene de que su llamada exige necesariamente un espíritu creyente , lo que generalmente se conoce con el nombre de fe. En medio de un estado de escepticismo gene­ ralizado, esa llamada recibe una pobre respuesta. De ahí que hayan surgido por todas partes profetas que tienen algún sucedáneo que ofrecer. ¿Piensa usted que la ciencia podría ser ese sucedáneo de la religión en este sentido? No para una actitud escéptica; p o rqu e la cien cia exige también un espíritu creyente. Cualquiera que haya par­ ticipado con seriedad en cualquier clase de trabajo científico sabe 550 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz