PS_NyG_2009v056n003p0481_0566

FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS de la ciencia. Sólo después, cuando hayamos seguido sus huellas y nos hayamos familiarizado con su mundo y con las voces de quienes lo describen podremos subir otro escalón para considerarla como palabra de Dios. Este aspecto únicamente podrá ser descubierto su­ biéndonos al mismo vehículo en el que viajaron las múltiples voces que, atentas a la mágica batuta del gran Compositor, ejecutaron la pieza con la maestría requerida por el pensamiento plasmado en ella por el Artista Soberano. Ni la cien cia está som etida a la B iblia ni ésta a aquélla. Sus caminos son diferentes, paralelos unas veces, divergentes otras y a veces convergentes. No debiéramos, sin embargo, perder de vista que aquellos qu e los recorren son los mismos. Y que la información recibida de cada esfera debería servir para enriquecer a los mismos destinatarios. Los biblistas deben renunciar al literalismo, al dog­ matismo y al fundamentalismo en el que tantas veces han caído. Deben partir del principio siguiente: la f e es absolu ta e inmutable, las expresión d e la misma es transitoria y contingente. Dos aspectos que mutuamente se relacionan y obligan al biblista a marchar por el camino de una humildad obligada. Exactamente en la misma línea que los científicos han aceptado las modificaciones necesarias en sus investigaciones cuando llegan otras posteriores. Cuando existen razones para el cambio, éste debe realizarse con la esperanza de aceptación de la novedad que nos ofrece. La teología del milenio que está dando sus primeros pasos o será científica o, sencillamente, no será44. La afirmación anterior pretende romper los moldes considerados como los únicamente valiosos para llegar a Dios, como serían los caminos de la lógica, el principio de la causalidad, las especulaciones metafísicas, la religión constituida en normativa única para el acceso a Dios. ¿Es eso la religión? Si evoca­ mos el pensamiento de Jesús de Nazaret, se hace necesario cambiar el concepto de religión. Seguramente que él estaría de acuerdo con la siguiente definición antropológica: Es la verdadera dim ensión del hombre. El hombre en la búsqueda de su infinitud ha entrado en la 44 J. ÁLVAREZ, Éxtasis sin fe , Madrid, Trotta, 2000, 168. 544 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz