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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS en aquellos medios tan simples: aparecieron seres vivos. Sencillas bacterias, células separadas del medio en torno simplemente por una membrana, comenzaron a presentar propiedades insospechadas: to­ mar energía, reproducirse, interactuar con el medio. Una estructura profundamente compleja había aparecido: lo vivo . Y Dios sintió la satisfacción que cualquier artista siente ante su obra. Ya estaba la sem illa cósm ica con todos sus ingredientes y en ton ­ ces ocurrió esa gran explosión llam ad a big-bang. Dios quiso qu e su ob ra estuviera som etida a la evolución , a l cambio, a lo novedoso, a la transform ación . Y lo vivo revolucionaría el planeta. Durante millones de años sólo existieron seres unicelulares. Después una serie de encuentros creativos, unas células comenzaron a convivir con otras y dieron lu­ gar a seres pluricelulares. Hubo reparto de tareas, especializaciones en función de un fin, y seres mucho más complejos poblaron las especies marinas. La vida se enriqueció con la aparición de las esponjas, medusas, gusanos, moluscos y peces. El mar era una fantasía viviente. Y Dios siguió impulsando este largo proceso evolutivo comenzado hacía millones de años. Después, la vida salió de las aguas y emprendió la conquista de los continentes. Desde hace unos 400 millones de años, las plan­ tas crecieron sobre lo seco, los invertebrados se expandieron por nuevos terrenos y, posteriormente, los peces dejaron descendientes capaces de adaptarse a vivir en medio del aire. Y la Tierra conoció nuevas especies viviendo en unas montañas, volando en su atmós­ fera y haciendo madrigueras en su interior. Anfibios, reptiles, aves, mamíferos, poblaron rincones desconocidos. La diversidad de espe­ cies aumentó y la vida se expandió sobre lo seco. Y Dios vio que todo era muy bueno. Hace unos seis millones de años, en las sabanas del este africa­ no, unos primates descendieron de los árboles y comenzaron a ca­ minar erguidos. Hace unos dos o tres millones de años dieron lugar a otro grupo poseedor de mayor cerebro, llamado Homo. Entonces aparecieron nuestros “parientes” de Atapuerca. Y nuevas evolucio- 538 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

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