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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS qué se habrá extendido tan ampliamente el título con que honramos a la Virgen como “Virgen del Valle”? La meta última de su vida (la de la Virgen) unida a la de su Hijo se llama Asunción. La meta última de sus hijos (nosotros) unidos a su Hijo y a su Madre también se llama Asunción. Claridad infinita a la que no conduce el Valle, que ha dejado de ser “de lágrimas” y se ha convertido en valle de Alegría y de plenitud de vida. La Asunción es la mejor realización y el argumento más serio de la veracidad de las palabras de Jesús: “ Quiero que estén donde yo voy a estar... para que vean mi gloria ” Qn 17,24). “De nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría”Qn 16,22). No olvidemos que nuestra unión con Cristo y con su Madre son inseparables. La Asunción de María es la culminación de la presencia de Dios en ella, la realización de la plenitud de la gracia en una mera criatu­ ra. Es el triunfo pleno de María y las arras anticipadoras del nuestro. No somos ajenos a nada de lo suyo. Como plenitud de la comunión de amor con Dios, la Asunción que, en nuestro caso, llamamos vida eterna, hará que la comunión mutua se convierta en una realidad consoladora; más allá de la bella teoría nos alcanzará, como a ella, la plenitud de la vida y del amor. El evangelista Lucas ve la Asunción como aspiración y esperanza de futuro utilizando una imaginería en la que se describe la conquista de aquello de lo que alguien se ha visto privado voluntaria o involun­ tariamente. Es la alegría del hijo pródigo al entrar en una casa donde no existe la tristeza (Le 15,llss)\ en la vida colmada del pobre Láza­ ro cuya plenitud se escenifica en el contrapunto de la gota de agua deseada por el rico insensato (Le I6,19ss)\ como la participación del Bien Supremo que demuestra la inutilidad de las riquezas acumula­ das sin contar con el protagonista principal del drama humano (Le 12,l6ss); como la ilusión inesperada publicada ante el rechazo del fariseo, que se creía con todos los derechos y, en su oración, tuvo la osadía de pasar la factura a Dios esperando que le pagase todo lo que le debía (Le 18,9ss)\ como la bienaventuranza cuyo reverso de malaventuranza considera el afianzamiento en sus riquezas, el dios Mammón, dificultad-imposibilidad del camello que intenta pasar por el ojo de una aguja (Mt 19,24). 510 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

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