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LA REALIDAD SUPREMA ése era precisamente el objetivo de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los s a r m i e n t o s “y a no os llamo siervos, sino amigo?\ “a s í com o tú, Padre, estás en m í y y o en ti, tam bién ellos en nosotros, p a r a qu e el m undo crea qu e tú me has env iado ”Qn 17,21). Al fin de cuentas, el empeño de Jesús consistía en enviarnos hacia la misma consciencia que le llenó a él. Nuestro esfuerzo en la contemplación va enfocado a encontrar esa consciencia de Cristo. La revelación de Cristo no es un suceso estático ni un punto final que no necesita añadiduras, sino, más bien, un suceso sin fin. La revelación de Cristo es un camino de salvación entre muchos. Es común a todas las enseñanzas de los misterios, que más allá de la diversidad de las formas manifiestas del cosmos, hay una gran mente que se revela en todo. A esta Gran Mente las diversas culturas le han dado diferentes nombres: Amor, Verdad, Amida, Krishna, Mautreya; o nombres de la naturaleza como Sol, Luz, Oscuridad Esplendente; o en filosofía, lo Absoluto, la Verdad, la Conciencia. Es la Realidad Suprema. En el cristianismo utilizamos el término “Cristo cósmico”. Con él denominados a la realidad de Dios que queda patente en todo el cosmos. Los cristianos hemos acentuado, de forma radical, la diferencia entre la realidad de Dios y la creación, introduciendo de esta forma un dualismo insalvable. En todas las religiones nos encontramos con el mismo desarrollo, aunque algunas han acercado casi hasta iden­ tificarlas ambas realidades sin caer, aparentemente al menos, en un dualismo. En el evangelio de Juan leemos: “La P alabra estaba en el p rin cip io con Dios. Todo se h izo p o r ella y sin ella no se h izo n a d a d e cu an to existe”. Si tomamos al Padre como el primer principio del que emana todo, el Hijo (la Palabra) es lo emanado de él. Las religio­ nes de Oriente denominan a este primer principio “Vacío”. De esto hablaremos al fin del tema. Vacío no significa “nada”, sino que es la expresión del primer principio. Del Vacío proviene la Forma. Dicho en términos cristianos: Del Padre proviene el Hijo. Ambos tienen la misma autoridad y, a la vez, son diferentes. Son uno en su Ser y, al mismo tiempo, dos. No pueden existir el uno sin el otro. “El qu e m e ve a m í ve a l P ad re ”, dijo NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790 483

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