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LA REALIDAD SUPREMA no se alcanza si la salida de Dios de sí mismo la entendemos des­ de la distancia infinita que separa a Dios de su obra, producida en aquel primer momento en el que surgió la materia, el espacio y el tiempo. Así surgió un dualismo inevitable en el que resulta imposible establecer la armonía sin recurrir a la fantasía teológica. El NT no justifica estas especulaciones disociantes. Baste pensar en el evan­ gelio de Juan: “A lp rin cip io y a existía la Palabra. La P alabra estaba en Dios, y la P alabra era Dios. Ya a l princip io ella estaba en Dios. Todo f u e h echo p o r ella, y sin ella no se h izo n a d a d e cuan to llegó a existir” Qn 1,1-3). El texto oscila del Dos al Uno y del Uno al Dos. El parentesco tan estrecho del Logos con la Sabiduría permite com­ prender mejor cómo pudo afirmar Juan que el Logos y Dios son a la vez dos y uno. “(La Sabiduría) es un soplo d el p o d e r divino, una efusión pu rísim a d e la g loria del Omnipotente... Es un reflejo d e la luz eterna, un espejo sin m an ch a d e la a ctiv idad d e Dios, una im a ­ gen d e su ex c e len c ia ” (Sb 7,25s). Notemos que el NT, en sus escritos más antiguos, conoce la identificación de Jesús con la Sabiduría del AT. Pablo la llama “Sa­ biduría d e D ios ” (IC o 1,24.30) y, para hablar de la preexistencia de Cristo, lo llama “el primogénito” de la creación (Col 1,15; ver Pr 8,22- 31). El autor de la carta a los Hebreos lo designa como “resplandor d e la g loria d e Dios e impronta d e su sustancia ” (Hb 1,3; ver Sb 7,25). Siguiendo esta línea, Juan ve en el Logos la realidad misma de lo que el AT no había conocido más que como una figura: la Sabiduría hipostasiada de Dios. Pero mientras que la Sabiduría, que procede de la obra divina de la creación del universo, se dice que ha sido creada o engendrada por Dios (Pr 8,22; Si 24, 3-9), el prólogo de Juan no recoge este pen­ samiento; al contrario, podría decirse que la afirmación “el Logos era Dios” ocupa de alguna manera el lugar de lo que en los poemas de la Sabiduría concierte al origen de la misma. Sin embargo, es verdad que en los textos sapienciales más tardíos como la Sabiduría de Salo­ món, la Sabiduría es contemplada en Dios mismo; por otra parte, es allí donde más pronunciada aparece su personalidad (Sb 7,22ss). NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790 503

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