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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS mente, con una agradable brisa y algunos pájaros cantando. Como colofón, disfrutar de todo esto, en silencio, con una buena compañía y un ambiente favorable. De una forma más gráfica, más tangible, podría establecerse esta comparación: Dios es la corriente tibia y fría a la vez, el río impe­ tuoso que se desborda de su cauce. Dios es “el río qu e nos lleva ”, la vida en plenitud. Se manifiesta en los amigos, en la buena gente, esa gente siempre está dispuesta a hacer la vida más fácil a los demás y a demostrar que las cosas son más sencillas de lo que parecen. Dios está en todos nosotros, en lo que hacemos y tenemos, guiando nuestra vida para bien o para mal. Pero sería falso decir que Dios sólo está en las cosas buenas de la vida. También está en las malas, pero no como castigo o escarmientos de nuestros errores, sino p a r a qu e ap ren dam os d e ellos , para que veamos que lo hemos hecho mal y debemos corregir nuestra actitud. Es la fuerza que nos guía en nuestro camino de perfección. Como ya hemos dicho “Dios lo ve todo ”, pero no como un poli­ cía secreto, no como censor implacable, sino como amor. Su mirada es tierna y amorosa, no para castigar, sino para enseñar. Resulta que, en la parábola del hijo pródigo, para Dios el m alo (el pródigo) es el bu eno (porque volvió a la casa donde fue recibido con los brazos abiertos por su padre), y el bu eno (el observante y cumplidor) es el m alo (porque no quiso entrar en casa a participar en el banquete preparado y presidido por el Padre). Todo lo que nos pasa tiene siempre un sentido y contribuye a nuestro aprendizaje. Demuestra su poder amando y derramando su misericordia, según afirma gozo­ samente nuestra Liturgia. Dios nos mira amorosamente y se ocupa de nosotros. No es un Dios “lejano”, no está “allá arriba, lejos de no­ sotros”. Está aquí, en nosotros, en todo lo que hacemos y tenemos, porque somos parte de él. Ante todo Dios es vida y amor. Esto nos lleva a la consideración siguiente: f ) La D ivin idad es am o r Esto es lo que nos dice la revelación y a lo que nos adherimos mediante la fe madura y profunda. Todas esas posibles cosas que la 498 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

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