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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS su fe y que deba apoyarla en las categorías de la época de los gran­ des teólogos del pasado. c) Dijimos a l principio d e este tem a qu e Jesú s vino a ayudarn os a despertar a Dios, a ofrecernos un a nueva visión d e Dios. En lugar de “visionar” al “Yo soy” como un anciano venerable, o un rey pode­ roso o un juez justo o un guerrero invencible, ¿por qué no tratamos de imaginarlo como el Compositor-Director d e la sublim e Sinfon ía Amorosa d e la Creación com o la ob ra m agn ífica d e Dios , ejecutada actualmente por unos seis mil millones de “músicos” humanos, cada uno tocando sin desafinar el instrumento y la partitura que le co­ rresponde? Porque si alguno desafina, como constantemente vemos que está ocurriendo, sobre todo entre los hijos de Abrahán, deben ser corregidos tajantemente, al estilo de cómo hizo el apóstol Pablo cambiando al Israel de la carne por el Israel de Dios (Da 6,16) o san Juan sobre todo en el cap. 8 de su evangelio ( “hijos del d iab lo ”, no de Dios). El Compositor-Director tiene una paciencia infinita con sus músicos. d) Revisión d e la p resen tación d e Dios com o “Yo soy el qu e soy ” Con esta autodefinición que, según el libro del Éxodo, dio Dios de sí mismo a Moisés comenzamos el tema que estamos desarro­ llando, después de haber cambiado el primer título elegido “Nuestro Dios”, por el actual La R ealid ad Suprema. Creemos necesario volver, aunque sea brevemente, sobre dicha definición. Y ello porque, tal como se hallan actualmente ordenados los libros de la Biblia, antes del Éxodo habían ocurrido muchas cosas. Sobre la definición de Dios a la que aludimos, ¿cae todo el peso de lo ocurrido anterior­ mente tal como nos es presentado en el libro del Génesis? El inventor del Yahvismo o el creador del mismo fue Moisés, aunque el nombre de Yahvé aparezca mucho antes, ya en la histo­ ria patriarcal. A Moisés habría que situarlo históricamente entre los años 1500 al 1300 a.C. Antes de la zarza ardiente que atrajo a Moisés hacia ella, Yahvé, el “Soy el que soy”, no se había manifestado aún, aunque, repito, en el Pentateuco se le menciona muchas veces. En 496 NAT. GRACIA LVI 3/septiembre-diciembre, 2009, 481-566, ISSN: 0470-3790

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