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MANUEL LÁZARO PULIDO que no comprende la existencia de Dios. La razón natural que utiliza san Anselmo está subordinada a la razón teológica, la razón de la fe: se trata de volver inteligente la búsqueda de Dios, y de volver inteligible a un Dios, ya definido como lo máximo que puede ser pensado. Estamos ante un argumento cuyo objetivo principal es la inteligencia de la fe, puesto que “no se p u e d e p en s a r qu e Dios no existe”18. Se trata de vincular la razón necesaria a la inteligencia de la fe: “¿Por qu é entonces el insensato ha dicho en su corazón: No hay Dios, cu an d o es tan f á c i l a un a lm a racion a l comprender qu e existes más realm ente qu e todas las cosas?Precisam ente p o rqu e es insensato y sin inteligencia ”19. San Anselmo intenta mostrar cómo lo máximo es un argumento necesario que lleva a la existencia. Lo pensado se deviene existente (justo lo que el monje de Marmoutiers, Ganunilo, no podrá entender de modo apriorístico: no se puede pensar lo que no existe, como momento previo). La perfección divina vinculada a lo máximo pensable implica una razón filosófica necesaria que im­ pone la existencia. Pero, como hemos dicho, se trata de algo que ya presuponemos que existe, por lo que lo que se viene a decir es que Dios es pensado de forma filosófica porque es la razón necesaria por excelencia, la máxima razón, el fundamento en su perfección de toda necesidad en el ámbito del razonar. Ciertamente, algo hace al argumento anselmiano que tenga una importante fuerza argumental y, a la vez, tenga la potencialidad de realizar en el espíritu humano una prueba de fe, toda vez que realiza un salto existencial que se presenta bajo la indubitabilidad de la existencia de Dios y una cierta circularidad argumentativa encerrada en el círculo de la razón discur­ siva, en una razón que quiere mostrarse autosuficiente y a priori. Es verdad que la perfección de Dios ya la había demostrado con las pruebas clásicas en el Monologion y desde esa evidencia se cons­ truye la prueba racional a partir de la perfección divina, pero el salto lógico que se realiza desde una metafísica de la participación de la perfección de la disimilitud de los entes a una prueba racional y lógica a partir del concepto de perfección es grande. Étienne Gilson señala 18 S. ANSELMO, Proslogion, c.2., I, 369: “Quod non possit cogitan non essé". 19 L.c. 362 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 351-385, ISSN: 0470-3790

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