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PABLO GARCÍA CASTILLO que participan en mayor o menor grado de la rectitud, es porque existe la Verdad en grado eminente. Y lo mismo cabe decir de la justicia, que no es más que la rectitud de la voluntad. Por tanto, la conclusión es manifiesta: “M. - Volvamos a la rectitud o verdad; por estas dos palabras expresamos - puesto que no hablamos más que de la rectitud per­ ceptible por el espíritu - una sola cosa que pertenece al género de la justicia, y veamos si existe una verdad única en todas las cosas en que decimos que está la verdad o si existen varias verdades, como hay muchas cosas verdaderas... Solamente de un modo impropio se habla de la verdad de tal o tal cosa, puesto que ella no tiene su ser ni en estas cosas, ni por ellas, ni de ellas. Pero cuando las cosas se conforman con ella, que está presente en todo lo que es, como debe ser, se habla entonces de verdad de tal o tal cosa, como la verdad de la palabra, de la acción o de la voluntad... Y, como el tiempo, considerado en sí mismo, no es el tiempo de tal o tal cosa, sino que hablamos del tiempo de tal o tal cosa cuando consideramos las cosas que existen en él, de igual modo la Verdad soberana subsistente por sí misma no pertenece a ninguna cosa; pero cuando se la pone en relación con alguna cosa, entonces se habla de la verdad o de la rectitud de esa cosa ”55. Nuestra razón y nuestra voluntad, como leyó San Anselmo en San Agustín, son imagen de Dios. Ellas son espejo y manifestación de la suprema luz, de la suprema norma, de la suprema bondad que irradia en todas sus criaturas. Y, en la medida en que conocemos la verdad y practicamos la justicia, imitamos a Dios y nos hacemos semejantes a Él, que es el fin de la vida humana, según la tradición bíblica y confor­ me a la norma ética de la filosofía platónica expresada en el Teeteto : nuestra excelencia reside en nuestra semejanza con lo divino. La libertad de la criatura no es más que el ejercicio de nuestra razón y de nuestra voluntad orientadas hacia la luz que ilumina nuestros pasos desde el atardecer de nuestra pobre existencia hasta la aurora del encuentro con la vida, la bondad y la rectitud misma. Sin duda San Anselmo, buen platónico, compartía aquel dicho pla­ tónico de la Leyes, que resume el concepto de rectitud: “Dios es la medida de todas las cosas ”56. 55 SAN ANSELMO, De la verdad , cap. 13- 56 PLATÓN, Leyes 716 c. 350 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 325-350, ISSN: 0470-3790

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