PS_NyG_2009v056n002p0325_0350
SAN ANSELMO: LA VERDAD COMO RECTITUD DE LA MIRADA Esta facultad de contemplar la verdad, la llama el mismo Pla tón “ver con rectitud”34, es decir, desprenderse, como el ciego que recupera la vista, de las escamas de las tinieblas de la caverna para contemplar la verdadera realidad más allá de las apariencias. Lo que requiere aprender a enderezar la mirada hacia donde debe dirigirse, que no es sino al lugar donde la verdad se halla, donde se percibe en su plenitud por la iluminación que proporciona a unos ojos, que no son ciegos, sino que se hallaban vueltos hacia la penumbra. El tercer texto platónico nos muestra los pasos de este regreso o ascenso en la contemplación de la verdad, la belleza y el bien, que se hallan juntos en la luz primera. Es el texto en que Diotima le describe a Sócrates cómo se produce la contemplación de la belleza, que es la luz y el resplandor del bien que el alma busca. Es un texto paralelo de la ascensión dialéctica del mito de la caverna, con la úni ca diferencia de que el final de la búsqueda amorosa no es el bien sino su rostro más luminoso: la belleza. Y la belleza y el bien son trascendentales intercambiables con la unidad y la verdad. El texto describe la luminosa mirada del alma que de repente se ve inundada por la gracia de la belleza y de la verdad inmutable. Dice así: “Quien hasta aquí haya sido educado en las cosas del amor, tras haber contemplado las cosas bellas en ordenada y correcta suce sión, descubrirá de repente, llegando ya al término de su iniciación amorosa, algo maravillosamente bello por naturaleza... algo ... que existe siempre y ni nace ni perece, ni crece ni decrece...Pues ésta es justamente la manera correcta de acercarse... empezando po r las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascen diendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conoci mientos, y partiendo de éstos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca alfin lo que es la belleza en sí... ¿Acaso crees que es vana la vida de un hombre que mira en esa dirección, que contempla esa belleza con lo que es necesario contemplarla y vive en su compañía? ¿O no crees -dijo- que sólo entonces, cuando vea la belleza con lo que 34 PLATÓN, República VII, 515 a. NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 325-350, ISSN: 0470-3790 339
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz