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LA PREDICACIÓN DE SAN LORENZO DE BRINDIS SOBRE SAN FRANCISCO DE ASÍS adh iere a Dios, es un espíritu con Él (lC o 6,17); Yo h ab ía dicho: «¡Vo­ sotros, sois dioses, todos vosotros, hijos del Altísimo”(Sal 82,6). Nos han sido conced idas las preciosas y sublimes promesas, p a r a que p o r ellas os hicierais partícipes d e la naturaleza divina ( 2P 1,4). Cristo, lleno del Espíritu Santo; lleno del Espíritu Santo Francisco; santo Cristo, santo Francisco por la gracia de Cristo; autor y cabeza de la Iglesia Cristo, autor y cabeza de una santa Religión Francisco. Cristo instituyó la ley evangélica, Francisco instituyó una regla evangélica. Sobre la nada fun­ dó Cristo su Iglesia, pues la pasión y muerte de Cristo es el fundamen­ to de la Iglesia, como Dios fundó sobre la nada el mundo, ya que fuera del mundo no hay nada. También Francisco fundó su Religión sobre la nada, en pobreza suma, mandando que toda la Religión no pudiera tener o poseer nada absolutamente en este mundo. Cristo despreció todos los bienes del mundo, las riquezas, las dignidades, los placeres, eligiendo la pobreza, la humildad, los sufrimientos y las penalidades; igualmente Francisco quiso vivir en suma pobreza, humildad y peni­ tencia, y así instituyó su religión. Venció Cristo al diablo, al mundo y a la carne, y los venció Francisco por la gracia de Cristo. Y lo mismo que se realizó en Cristo: que en el mundo fue humildísimo hasta la misma muerte, pero después de la muerte fue gloriosísimo, de modo que el despreciado por todos, fue después por todos adorado, eso mismo se realizó en Francisco: en el mundo hasta la muerte, fue humildísimo y abyectísimo, y después de la muerte gloriosísimo y venerado por todo el mundo, honrado, adorado, glorificado. Muchos milagros obró Cristo por su divina virtud: los ciegos ven y los cojos andan , los leprosos qu e­ dan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan (Mt 11,5); muchos milagros hizo también Francisco por la virtud de Cristo. Así, Francisco fue Serafín semejantísimo a Cristo, el otro Queru­ bín en el Santo de los Santos del tabernáculo divino, pues también aquellos querubines estaban con las alas extendidas en forma de cruz. Efectivamente, Salomón colocó dentro del oratorio de su templo otros dos querubines con las alas extendidas en forma de un crucificado. Francisco, el otro crucificado, después de Cristo, decía verdaderamen­ te con Pablo: En cuanto a m í ¡Dios me libre gloriarm e si nos es en la cruz d e nuestro Señor Jesucristo, p o r la cu al el mundo es p a r a m í un crucificado y y o un crucificado p a r a el mundo! (Ga 6,14): crucificado NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 273-300, ISSN: 0470-3790 281

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