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BERNARDINO DE ARMELLADA Francisco dedicaba la mayor parte del tiempo a la oración y daba gra­ cias por los beneficios recibidos: Todas las cosas me han sido dada s p o r mi P adre (Mt 11, 27). Para con Dios, estuvo dotado de gran fe y gran esperanza, pero con hum ildad y temor del Señor, reconociendo tanto la divina misericordia como la justicia. Pues desde la grandeza de la fe y de la esperanza en Dios instituyó una comunidad religiosa en suma pobreza, como otro J o n a d a b , padre de los Recabitas, que orde­ nó a sus hijos que vivieran en suma pobreza, sin tener nada, ni casas, ni posesiones y que no bebieran vino, queriendo que todo su grupo religioso dependiera de la divina providencia (cf .Jr3 5 , 2-18 ) de modo que los hermanos, sin tener nada, lo poseyeran todo (cf. ICo 6,10). Después de esto, Francisco pudo decir de verdad: Aprended de mí, qu e soy manso y humilde d e corazón ( M tll, 29); pues fue como otro Moisés , caudillo de los Hebreos por el desierto, mansísimo y hu­ mildísimo (cf. Nm 12,3). En efecto, Francisco, cual otro Moisés, sacó a muchos del Egipto del mundo conduciéndolos al desierto de la sa­ grada Religión y llevándolos de la esclavitud del diablo al servicio del Dios bendito. Mansísimo fue Francisco y pacientísimo, dotado de un ánimo fortísimo para soportar y superar las cosas adversas; más aún, deseó ardentísimamente el martirio. Estuvo dotado también de perfec- tísima mansedumbre: hasta tal punto estaba lejos de él la venganza por las injurias (recibidas), que incluso deseaba sufrir los máximos despre­ cios. Fue también humildísimo en las cosas prósperas huyendo de los honores, no de manera distinta a como los más codiciosos de honores huyen de las ignominias. De ahí que llamó Menores a sus Hermanos. Igualmente huyó de las riquezas del mundo y de las delicias y place­ res de la carne; modestísimo, abstinente en todo, castísimo, su espíritu fue siempre santísimo. Rigidísimo y severísimo para consigo mismo, fue sin embargo clementísimo y piadosísimo para con los demás. Así es como Francisco vivió siempre sobria, justa y piadosamente en este siglo (cf. Tt 2,12): sobriamente para consigo mismo, justamente para con el prójimo y piadosamente para con Dios. De este modo, Francisco fue semejantísimo a Cristo en la natura­ leza, en la virtud, en la operación. Por naturaleza, fue hombre Cristo, hombre Francisco; Cristo fue hombre unido a la divinidad en la natu­ raleza, Francisco, hombre unido a la divinidad por la gracia: Quien... se 280 NAT. GRACIA LVI 2/mayoagosto, 2009, 273-300, ISSN: 0470-3790

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