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LA PREDICACIÓN DE SAN LORENZO DE BRINDIS SOBRE SAN FRANCISCO DE ASÍS Viendo, pues, Cristo que Francisco, armado con la fuerza de la gracia divina, había vencido de tal modo al mundo saliendo triunfante, lo amó sobre toda ponderación y lo hizo sobre manera semejante a sí, no sólo en el espíritu y la mente, sino también en la cruz y en el cuerpo, para que así Francisco fuera como otro C rucificado. De modo parecido el místico Jon a tán vistió a este m ístico D avid con sus vestidos y le entregó sus armas; así R ebeca vistió a Ja c o b , su hijo menor, con los vestidos de Esaú, su hijo mayor y primogénito (cf. Gn 27, 5-6), de modo que Jacob pareciera otro Esaú. El rey d e Egipto, queriendo honrar a Jo s é salido de la cárcel, convencido de que en él se hallaba el espíriai de Dios, lo vistió con vestiduras reales y puso en su mano el anillo regio y en el cuello el collar real y, subiéndolo como segundo a su carro, ordenó que fuera honrado y adorado por todos (cf. Gn 41,37-45 ). El rey Asnero, queriendo honrar y magnificar a M ardoqueo por la gran fidelidad hacia él, mandó que fuera vestido con vestiduras de rey y que, montado sobre el caballo regio, fuera conducido por la ciudad y honrado por todos (cf. Est 6, 8-1 í). B altasar , rey de los Caldeos, hizo que D an iel fuera vestido con vestiduras regias y fuera el tercer príncipe en el reino, por el hecho de estar lleno del espíritu divino ( Dn 5,29). Así Cristo hon ró a F rancisco y lo constituyó príncipe en su Iglesia. III. Éste es aquel Ángel del que leemos en el Apocalipsis: Luego vi a otro Ángel qu e su bía d el Oriente y ten ía el sello d e Dios vivo; y gritó con fu erte voz a los cuatro Ángeles a qu ien es se b a b ía en com en dado cau sa r d añ o a la tierra y a l mar: «No causéis d añ o ni a la tierra ni a l m ar n i a los árboles, hasta qu e m arquem os con el sello la fren te d e los siervos d e nuestro Dios» (Ap 7, 2s). ¿Quién no ve a Francisco hombre por naturaleza, Ángel por gracia, teniendo el sello de Dios vivo, cuán semejante es a Cristo Hijo de Dios? Como en el cielo hay dos grandes lum in arias , así en la Iglesia tenemos a dos adm irables cru cificados : Cristo y Francisco, que es imagen de Cristo a lo vivo y natural, como el parhelio es imagen del sol en la nube que lo refleja, y como el rostro del hombre en un espejo óptimo y nitidísimo. Sin embargo, lo mismo que el sol supera en luz a la luna en casi infinitos grados, Cristo excede infinitamente en santidad a Francisco, pues éste era humilde siervo y aquel Señor eminente, Rey d e reyes y Señor d e los qu e dom inan QTm NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 273-300, ISSN: 0470-3790 277

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