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BERNARDINO DE ARMELLADA de siervos, ni tenían el espíritu de hijos frente a Dios, sino de siervos: como los hijos del príncipe, que todavía no han sido declarados ni saben que son hijos del príncipe, aunque sean verdaderamente hijos, sin embargo permanecen en la casa como siervos y no tienen sino el espíritu de siervos. Y como el padre, que trata al hijo con disciplina más pesada y rígida en la edad pueril mediante amenazas y látigo, sometiéndolo a tutores, pedagogos y maestros, para que aprenda las virtudes, pero en la edad juvenil y viril lo rige con disciplina mucho más suave, así Dios gobernaba a los Hebreos con yugo pesado cuan­ do eran como niños bajo el pedagogo Moisés; pero, bajo Cristo, nos gobierna y rige con disciplina leve, suave y serena, como hijos ya en edad adulta y perfecta. Por eso Pablo afirma que Cristo se sometió a la ley p a r a rescatar a los qu e se h allab an bajo la ley, y p a r a qu e recib ié­ ram os la filia c ión adoptiva (Ga 4,5). Pero a este peso (de la ley) se unen, además, las cargas de la carne, las del mundo, las de los vicios y pecados. Gran carga es el cuidado de la carne para los que quieren vivir según la carne lejos de Dios: ¿Qué com erem os? o ¿qué beberem os? o ¿con qu é nos vestiremos? (Mt 6,31 )• El servicio de Cristo, o elimina totalmente estos cuidados o los disminuye y mitiga, porque dijo: Sabe... vuestro P ad re qu e tenéis n ecesidad d e todas estas cosas {Mt 6,32); p on tu pen sam ien to en Dios y él te alim en tará (5/ 55,23). (D escarga en Yahveh tu p eso y él te susten­ tará). Grande carga es vivir según el mundo y servir a las vanidades y pompas del mundo; pero el siervo de Cristo no se preocupa del mundo, sino que con Cristo lo desprecia desde la altura. Así Francis­ co decía con Pablo: El mundo está cru cificado p a r a m í y y o p a r a el m undo (Ga 6,14). Todas las cosas las considero com o p érd id a y las ju zg o com o estiércol, a fin d e g an a r a Cristo C Flp 3,8). También son cargas los pecados: Mis cu lpas sobrepasan m i cabeza, com o un peso harto grave p a r a mí (Sal 38,5); son también peso las tribulaciones que Dios inflige como castigo de los pecados, según Isaías: Cargo contra B abilon ia, cargo contra Moab, cargo contra Tiro, cargo contra Egipto Os 13,1; 15,1; 23,1; 19,1). De todas estas cargas alivia Cristo: Yy o os a liv iaré , os daré refrigerio y descanso, como a los Hebreos que vivie­ ron en el desierto bajo la protección divina sin ninguna preocupación por la comida y los vestidos. Así el bienaventurado Francisco, bajo la 288 NAT. GRACIA LV1 2/mayo-agosto, 2009, 273-300, ISSN: 0470-3790

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