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BERNARDINO DE ARMELLADA Rojo (cf. Ex 14,23ss), como se alegró Jerusalén de la destrucción del ejército de Senaquerib (2R 19,35), se alegran los fieles de la derrota de los infieles cuando se produce contra ellos una victoria del ejército cristiano6. También David en los salmos frecuentemente pide vengan za y castigo para los enemigos de Dios: ¡Álcese Dios , sus enemigos se dispersen, huyan ante su fa z los que le odian! Cual se disipa el humo, los disipas; como la cera se derrite alfuego, perecen los impíos ante {Sal 68,2-3 ). ¿Qué hay de extraño que Cristo se alegre de la perdición de los réprobos? Pues la gloria de Dios no brilla y resplandece menos en las obras de justicia que en las de misericordia; porque la justicia es igual a la misericordia, y con la misma balanza Dios ama el bien y odia el mal, ama la virtud y odia el vicio. Cristo, por tanto, alaba al Padre por las obras tanto de justicia como de misericordia, pues el príncipe no sólo es alabado dignamente cuando premia y exalta a los buenos, sino también cuando castiga a los malos y acaba con los azotes de la república: Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito , porque a la vo luntad divina le agrada la justicia y la misericordia: la justicia contra los réprobos soberbios, y la misericordia a favor de los humildes y simples: Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor {Sal 147, lí ). Este es el primer encomio, esta la primera alabanza al beatísimo Francisco: que fue agradable y grato a Dios como otro Enoc; amado de Dios como otro Jacob: Amó aJacob, pero odió a Esaú (MI 1, 2-3)', que desde la eternidad fue predestinado y elegido por Dios en su infinita bondad divina; que fue pequeño, pues: Si no os convirtiereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18,3), como los niños inocentes y simples, que no saben hacer, ni desear ni pensar el mal. Dios se complace en la inocencia simple. Dios preparó desde la eternidad este don de su gracia, ino cencia, pureza, simplicidad y humildad para su siervo Francisco, pues la predestinación y la elección es preparación de los dones de Dios por la divina misericordia y bondad, sin méritos precedentes. Es claro 6 Es probable que el pequeño Julio César (el futuro capuchino con el nom bre de Lorenzo), a sus 11 años de edad, experimentara la alegría del pueblo cris tiano por la famosa victoria contra los turcos en Lepanto (1571). 286 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 273-300, ISSN: 0470-3790
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