PS_NyG_2009v056n002p0211_0272

FERNANDO URIBE sincero de que le hayan quitado el oficio. Cuando hay alteración o desazón interior, se tiene un indicio claro de que la autoridad era aprovecha para satisfacer ambiciones personales, a veces no confe­ sadas, y para sentirse superior a los demás. Con alguna frecuencia, los primeros momentos de crisis en la historia personal de muchos religiosos están unidos al momento en que han debido abandonar los cargos de responsabilidad en sus respectivas instituciones, bien sea por haber cumplido el tiempo establecido en los estatutos, bien porque fueron removidos a causa de su insuficiencia o deficiencia. En no pocos casos las reacciones suelen ser desastrosas para su futuro, pues cuando no se ha com­ prendido el sentido de minoridad que tiene la autoridad en la vida franciscana, pasan el resto de la vida, o una buena parte de ella, acumulando amarguras y sentimientos de frustración. Algunas veces causa dolor observar religiosos que viven de sus “glorias” pasadas y se jactan de ellas, o sea de los logros obtenidos mientras ocuparon determinados cargos; es peor aun el caso de los que, durante los últimos años de su vida, arrastran la frustración de no haber sido suficientemente reconocidos o de no ocupar en la historia el pedestal que imaginaron merecer. 272 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 211-272, ISSN: 0470-3790

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