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EL CICLO DE LA OBEDIENCIA lograr privilegios, sino como un ministerio ejercido bajo el signo de la desapropiación, con la convicción anonadada de ocupar el último puesto, de no desear ser servidos sino servir, de asumir en paz la condición transitoria de su oficio y de una eventual destitución. 3 . 5 . S u g e r e n c ia s p a r a l a r e l e c t u r a En todas las instituciones humanas y, por ende, también en las de inspiración franciscana, existe el peligro de abusar de la autori dad, haciendo de ella un instrumento de poder. Sabemos que de las tres grandes pasiones que dominan el corazón humano, el poseer, el placer y el poder, quizás es esta última la que echa raíces más profundas y la que se sirve de más argucias para calmar su sed de dominio. Ejercer la autoridad como una forma de dominio sobre los otros y como timbre de gloria personal es, en el fondo, la expresión de una profunda inseguridad interior, pues aferrarse a las prerrogativas institucionales de un cargo para alegar títulos o para reclamar dere chos, es un indicio de que se carece de los verdaderos puntos de apoyo, o sea los valores evangélicos de la fraternidad y del servicio minorítico, que son los que sostienen y guían la vida inspirada en los ideales de Francisco de Asís. La clave para ser un verdadero ministro, según el corazón de Francisco, es partir de la convicción de que él es el primero que debe obedecer a Dios antes de exigir la obediencia de los demás. Más aun, Lin buen ministro no exige obediencia a sí mismo sino que sirve de mediador para que los hermanos obedezcan, es decir, escu chen el querer de Dios. En este caso su autoridad se impone por el amor evangélico, no por el temor que se funda en las leyes. Ejercer el ministerio de la autoridad con espíritu de auténtica pobreza de corazón es, en el fondo, una expresión de madurez interior y una forma de fomentarla. Cuando esto ocurre, es posible concluir los períodos de gobierno no solamente con una íntima satisfacción (gozo y paz del Espíritu) por haber podido servir lo mejor posible a los hermanos, sino también con el agradecimiento NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 211-272, ISSN: 0470-3790 271
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