PS_NyG_2009v056n002p0211_0272

FERNANDO URIBE jalonar en este caso el ejercicio de la autoridad, unido de suyo a la idea de poder y de dominio. Como buen conocedor del corazón humano, Francisco sabía que tal oficio puede conducir con frecuen­ cia a la vanagloria, a la soberbia o a la jactancia. Por eso, al equipa­ rar la autoridad con “el oficio de lavar los p ies”, usa otra descripción gráfica que coloca a la prelacia en las antípodas de ser “constituidos sobre los otros”, mencionada en el renglón anterior. De un servicio así entendido, es decir, como “si hubiesen sido destinados al oficio de lavar los p ies”, es del que deben “gloriarse” los que ejercen la autoridad. El autor no dice en forma explícita la razón de esta exhorta­ ción. Es cierto que está latente la frase evangélica del comienzo, de la cual ésta es el primer desarrollo, pero allí no se hace mención del lavatorio de los pies; quizás por este motivo sufrió variantes en la tradición manuscrita, aunque el editor crítico optó por la lectura difficilior (in abluendi fratrum pedes officio deputati )120. Cuando el Pobrecillo dice aquí que los superiores están “destinados al oficio de lavar los p ies” está haciendo relación implícita al comportamien­ to externo de Jesús que se abajó a lavar los pies de sus discípulos, colocándolo como un paradigma. El verbo “gloríense” denota una actitud fundamental del espíritu y, por lo mismo, no propone el ejemplo de Jesús como un parámetro de comportamiento externo, lo cual equivaldría a una forma de literalismo, sino a tenerlo como punto constante de referencia con todo lo que implica, es decir, a tener el servicio a los demás como único timbre de gloria, como la máxima ambición y como la más completa satisfacción. La frase se completa determinando el sujeto sobre el cual recae el “oficio de lavar los p ies”, el vocablo “hermanos”. Como lo hemos indicado antes, este término puede ser un indicio de que nuestra Adm fue concebida inicialmente para religiosos y, de modo más específico, para los hermanos menores, pues era la palabra pre­ ferida de Francisco cuando se dirigía a los que compartían con él 120 Cf. K. ESSER, Die Opuscula ,102, 106, 112. 266 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 211-272, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz