PS_NyG_2009v056n002p0211_0272

EL CICLO DE LA OBEDIENCIA todo comienza y termina en Dios. El obcecado antropocentrismo de nuestra época está llevando no solo al olvido de Dios sino, lo que quizás es más grave, a arrogarse atributos propios de Dios, como decidir sobre la posibilidad de vivir y sobre las condiciones de una nueva criatura humana, o determinar cuándo y cómo morir. Centrando un poco más en cada uno la aplicación de esta Adm , conviene recordar la fuerte tendencia que tiene cada persona a atri­ buirse a sí misma el bien que Dios depositó en ella, olvidando que lo que sabe, lo que hace, lo que tiene, lo que es, no son otra cosa sino dones de Dios para el servicio de los demás; cada ser humano no es más que un simple administrador de los bienes divinos. Lo que esta Adm llama el mal de la “aprop iación d e la volun­ t a d ”, es una aplicación en términos negativos de la doctrina ense­ ñada en los más diversos tonos por Francisco sobre la desapropia­ ción. Aquí estamos ante uno de los núcleos más profundos de su concepción de la vida, es decir, en el punto de partida de lo que hoy es conocido como “la minoridad”. En efecto, en esta Adm 2 la obediencia se resuelve en términos de desapropiación, de pobreza interior. Es verdad que la voluntad es un don de Dios al hombre, pero sigue teniendo sentido sólo en el ámbito de la voluntad divina; el ser humano no puede ser su propietario sino su administrador. Francisco enseña que todo lo bueno que hay en el hombre pertene­ ce a Dios, por lo cual no puede apropiarse de algo que no es suyo; de él son sólo los vicios y pecados. La apropiación está, por tanto, en la raíz de todo pecado; más que la riqueza material, lo opuesto a la pobreza es la autosuficiencia, la prepotencia y el orgullo. A la luz de todo lo que precede, valdría la pena preguntarse qué repercusiones tiene en la vida de cada uno la petición del Padre nuestro, recitado con tanta frecuencia: "... hágase tu voluntad a s í en la tierra com o en el c ie lo y\ Hacer la voluntad de Dios es entrar en sintonía con Él, es establecer una comunión de amor y, por lo mismo, es estar a la escucha atenta y diligente de lo que quiere para cada uno de sus hijos. NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 211-272, ISSN: 0470-3790 229

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz