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FERNANDO URIBE 1.5. S u g er en c ia s para la r elec tu r a La obediencia, en su sentido más profundo, es el principio que rige las relaciones del ser humano con Dios. Se trata de algo a lo cual Él no puede renunciar sin dejar de ser Dios, pues por su propia esencia Él es la verdad y el bien. Su voluntad, su querer, sus decisiones, son emanaciones de la verdad y el bien que es Él por naturaleza. Cuando el ser humano se relaciona con Dios, no hace otra cosa que participar de esa verdad y bien que Él es. Obedecerle no es, por tanto, el cumplimiento legalista de un frío mandato, sino entrar en la órbita de Dios, en su verdad, en su bondad; es, por tanto, una forma de hacer que sea, de reconocerlo y, por lo mismo, de alabarlo, de agradecerle. Desobedecerle es cambiar el orden de las cosas y, por tanto, ofenderle. La lectura que hace Francisco de Gn 2 ,1 6 - 1 7 no como una prohibición de comer el fruto del bien y del mal, sino desde la pers­ pectiva de la munificencia de Dios, que le concede al ser humano un poder ilimitado sobre toda la creación, constituye para él una invitación a valorar su situación en el mundo, su responsabilidad en la historia y a reordenar sus relaciones con Dios no desde el temor sino del amor. La obediencia es la respuesta a la confianza deposi­ tada en él, fruto del amor de Dios, y se resuelve como un acto de amor libre, consciente y responsable; por el contrario, desobedecer es traicionar esta confianza, es deshacer la sintonía con el Creador. Hacer la voluntad de Dios debe ser para el hombre una deci­ sión tomada en el ámbito de su libertad y una consecuencia de la misma libertad. Pero desafortunadamente la criatura humana siem­ pre ha tenido la tentación de sustituir a Dios, queriendo hacerse protagonista única de la historia, con una actitud de autosuficiencia con la que no ha hecho otra cosa que poner de manifiesto sus deficiencias y su incapacidad de asumir las propias contradicciones y limitaciones. Fruto de todo esto es el triste espectáculo de una sociedad confusa, caótica y sin horizontes claros. Quizás, más que antes, hoy se da la fuerte tendencia del ser humano a hacer de sí mismo el fin de las cosas, cambiando el orden inicial, según el cual 228 NAT. GRACIA LVI 2/mayo-agosto, 2009, 211-272, ISSN: 0470-3790

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