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ILDEFONSO MURILLO miento al fundamento. De este modo, el pensamiento nos llevará a la experiencia de la posibilidad del ser absoluto. El argumento que articula, para despejar el camino hacia el Primer Principio, se mueve en el ámbito de la esencia. Distingue seis órdenes esenciales, de los que elige tres: los dos de la causa­ lidad extrínseca (causalidad eficiente y causalidad final) y el de la eminencia o perfección. Intenta probar racionalmente que Dios es el primer eficiente, el primer eminente y el último fin. Y después de hacerlo, concluye que la naturaleza de Dios es actualísima (contiene toda actualidad posible), óptima (posee toda bondad posible) y perfectísima (abarca eminentemente toda perfec­ ción posible)7. Constatamos, pues, que su prueba de la existencia de Dios implica, a la vez, un modo de concebir a Dios y de hablar sobre él, en el que juega un papel clave su peculiar y original meta­ física, la cual hace pensable a Dios y permite expresarlo con un lenguaje afirmativo. Por medio de los tres siguientes apartados, titulados «El ente», ««El infinito» y ««Los otros nombres de Dios», pretendo explicitar de algún modo las posibilidades y límites del lenguaje metafísico de Escoto para significar o designar a Dios. 3. EL ENTE UNÍVOCO Durante esta vida no podemos conocer a Dios inmediatamente, pues lo primero que conocemos no es Dios, sino el ente. Dios es lo primero en la realidad, pero no lo primero en nuestro conocimiento. Escoto señala como objeto propio del entendimiento humano el ser en cuanto ser. Toma partido por una metafísica en la que el ser se concibe de tal manera que comprenderlo y alcanzarlo no significa alcanzar a Dios de forma inmediata, pero que permite llegar a Dios 7 Cf. Conclusión decimoctava del capítulo tercero del Tratado acerca del primer principio (TP). 164 NAT. GUACIA LVI 1 /enero-abril. 2009 , 159 - 176 . ISSN: 0470-3790

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