PS_NyG_2009v056n001p0159_0176

ILDEFONSO MURILLO Duns Escoto. La primera es sólo virtual en los individuos, de modo que se actualiza sólo en nuestro pensamiento. La segunda es actual en los individuos, anterior a todo acto de conocimiento. Tal enfoque le parece el más adecuado para salvaguardar la objetividad del conocimiento intelectual. No es una posición cómoda, pero vamos a ver que es imprescindible para justificar desde una perspectiva esencial ista su concepción del lenguaje sobre Dios. Su manera de entender los universales permite superar la equivocidad y la analogía al atribuir nuestros nombres universales a Dios. Se salvaría siempre la misma formalidad en las criaturas y en Dios. Nos jugamos aquí la posibilidad de hablar con un sentido real de Dios. 2. PENSAR A DIOS Y HABLAR DE DIOS Conocer a Dios es pensarlo, pues no le podemos ver con nues­ tros sentidos ni con nuestro entendimiento. En sus comentarios a las Sentencias (por ejemplo, Lectura y Ordinatio ) se pregunta si Dios es cognoscible por el entendimiento del hombre en el estado presente y si es lo primero que conocemos. Responde afirmativamente a lo primero y negativamente a lo segundo5. Podemos conocer natural­ mente con nuestro entendimiento a Dios en este mundo, pero nues­ tro entendimiento no puede tener un concepto simple en el que Dios sea concebido. Es decir, no conocemos a Dios inmediatamente. Se da un acuerdo en este punto con Tomás de Aquino y una oposi­ ción a Enrique de Gante. Destaca la consiguiente imperfección de nuestro lenguaje al referirnos a Dios. Como no podemos conocer la esencia divina en sí misma, al menos en esta vida, pues nuestro único modo de cono­ cer a Dios es a partir de las criaturas, no dispondríamos de ningún nombre para referirnos propiamente a su realidad. Los conceptos 5 Cf. Lectura I, pars 1, d. 3, qq. 1 y 2; Ordinatio I, pars 1, el. 3, qq. 1 y 2. 1Ó2 NAT. GRACIA LVI 1/enero-abril, 2009. 159-176. ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz