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ILDEFONSO MURILLO ¿Cómo puede decirse que el ser no sea un género siendo uní­ voco, es decir, diciéndose en el mismo sentido de todo lo que es? El ser común es anterior a la división que permite que haya géneros. Además es imposible que sea un género porque es susceptible de infinitud. En Dios no es posible ni siquiera la composición de poten­ cia y acto que fundamentaría una composición de género y especie. En el caso de Dios su singularidad misma se apoya en su infinitud. Lo mismo hay que decir respecto a los predicados esenciales del ser divino. El ser se divide en finito e infinito antes de inscribirse en la división de géneros. Todos los géneros están incluidos en el ser finito. Todo lo que se dice del ser antes de su primera división le con­ viene como «más allá de todo género», en tanto que indiferente a lo finito y a lo infinito. Los atributos bondad, belleza, sabiduría, etc. son de este tipo. En tanto que convienen a Dios son infinitos. En tanto que convienen a los seres creados son finitos. La univocidad se extiende al concepto de ser y a los atributos divinos. Cuando el concepto de un atributo puede ser elevado al infinito, es común a Dios y a las criaturas con tal de que lo tomemos en su razón formal o en su quididad, pues la infinitud no suprime la razón formal de aquello a lo que se refiere16. La teología natural y la metafísica se ocupan de Dios con con­ ceptos generales, y por ello sólo pueden captarlo confusamente. Nuestro entendimiento aprehende a Dios con dos conceptos gene­ rales: ser e infinito. Que es infinito es el conocimiento más perfecto que el hombre puede adquirir naturalmente de Dios17. Pero este concepto de Dios sigue siendo imperfecto. 16 Ordinario I, d. 8, pars 1, q. 4. Eel. Vat. Vol. IV, 253- 17 Lectura I, d 3, pars 1, q. 1-2. 1 6 8 NAT. GUACIA LVI l/enero-abril. 2009. 159-176, ISSN: 0470-3790

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