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MODESTO BERCIANO prestaban ayuda mutua con carros y animales y con el propio tra­ bajo, para acarrear la piedra y la madera; también esta ayuda mutua pertenecía a aquel mundo de la vida. La casa constaba de vivienda para la familia, de cuadras para los animales, de algún local, pajar y panera para recoger el fruto del trabajo familiar y los aperos de labranza. La casa rural reunía en sí el habitar de aquellos hombres. La casa rural surgía en aquel mundo de la vida, con los elementos que proporcionaba aquel entorno. La casa reunía en sí a la familia, a los animales, inseparables compañeros de trabajo unos y ayuda para el vivir de la familia otros, los instrumentos de trabajo, el fruto del mismo, el convivir y el compartir de padres e hijos, los planes, los proyectos y esperanzas de unos y otros, la alegría por el nacimiento y la tristeza por la muerte, las celebraciones de los días festivos, en los que los caminos recorridos no se dirigían al campo, sino a la iglesia y a los lugares de recreo. La casa rural era un claro ejemplo del construir para habitar. La descripción de la casa rural pone de relieve el ser de los mortales, el nacimiento, el pasar a través del tiempo de las genera­ ciones de padres, hijos y nietos, y la muerte. Este paso de los mor­ tales discurre cuidando y cultivando la tierra, que les da el alimento y les proporciona los demás medios de vida. Discurre igualmente pendiente del cielo, del sol, de la lluvia, de la nieve, que unas veces caen benéficas y otras veces amenazan la cosecha o la vida de los mortales. La inseguridad, el temor, la incertidumbre acerca del futuro, la certeza de la muerte se ciernen siempre sobre el vivir de los mortales. Y éstos dejan también un lugar para lo transcendente en su vida y en su casa. La casa cobija, da morada y protege a los mortales de los peligros, los reúne en torno al calor del hogar, al amor de la familia y a la mesa común, donde se comparte todo; y los reúne también en la esperanza en Dios, que sería la respuesta última a los interrogantes de la existencia. Así habitan aquellos mortales. Y la casa se ha construido para este habitar. La esencia del construir llevaría el sello de este habitar. No pretende nadie volver a aquel tipo de construcciones; y tampoco lo pretende Heidegger: “La referencia a la casa de campo de la Selva Negra no quiere decir, de ninguna manera, que debe- 88 NAT. GUACIA LVI 1/enero-abril, 2009, 65-92, ISSN: 0470-3790

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