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DISCIPULADO Y MAGISTERIO ECLESIAL mandarte lo que conviene, más bien te ruego por amor” (8-9). No obliga, sino que suplica. “Nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese a la fuerza, sino voluntario” (14). Si fuese a la fuerza, ya no sería relación evangélica sino de amo-esclavo. Por eso la actuación de Pablo es en libertad, en amor, y no obligando, actuación salvífica. En eso consiste la autoridad del apóstol, del ministro del evangelio: “Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo ” (21). La petición de Pablo sigue esta misma línea: “Recíbelo no ya como esclavo, sino como hermano amado, tanto en la carne como en el Señor” (16). Un amor no sólo espiritual según Dios, sino tam­ bién humano. Pablo considera a Onésimo como hijo espiritual: “Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones” (10). “Recíbelo como a m í mismo” (12y 17). Pablo se ofrece como fiador: “Si en algo te dañó o te debe, ponlo en mi cuenta” (18). “Yo lo pagaré” (19). Pablo agradece el gesto que sin duda Filemón realizará: “Con­ forta mi corazón en el Señor” (20). Este hecho histórico traduce el significado de la salvación que el Señor nos brinda generosamente. Vemos en este relato el marco global de nuestras relaciones con Dios, pero también las relaciones mutuas, dentro de la Iglesia, y especialmente las relaciones entre los ministros y los fieles creyentes en general. NAT. GUACIA LVI l/cncro-abril. 2009. 7-64. ISSN: 0470-3790 15

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