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CARLOS BAZARRA hecho también que las naciones puedan ofrecer una oblación pura aceptando el evangelio. La existencia de las naciones se ha conver­ tido en una existencia santa y en servicio espiritual. Es una liturgia universal. Pablo se siente llamado a ser ministro de Cristo para anunciar la buena noticia y que la oblación de los gentiles sea agra­ dable, santificada por el Espíritu Santo (Rm 15,16). El sacerdocio de que se trata aquí no es un servicio cultual separado de la vida; es un servicio totalmente entrañado en la vida. Presupone una conversión. El llamado tiene que utilizar este mundo como si no lo utilizara. Los teólogos emplean el concepto de “representación”. Todos somos representantes de Cristo, pero los ministros con más razón. Esta presencia de Cristo les confiere una autoridad, que tiene que ir unida a la humildad, no sólo como virtud íntima, sino como realidad ontologica, de ubicarse en el último lugar. Nada tiene que ver con el poder secular. El objetivo es la salvación del pecador, pero en un clima de libertad. Más que un “poder”, es el “cuidado” ( episkopé ) en nombre de Cristo. Es una autoridad que tiene cierta forma de potestad. Es la obligación de dar testimonio y de cumplir el servicio encomendado. Esta obligación resulta del ser cristiano como tal, de la ontologia cristiana. Ser cristiano significa ser discípulo, y ser dis­ cípulo significa ser apóstol136. Hay que mantener la absoluta unicidad y trascendencia del ministerio mediador de Cristo, que desveló el amor insondable de Dios y reunió a los hijos dispersos. Esto es un acontecimiento único e irrepetible al que nadie puede añadir nada. El sacerdocio-media­ ción de Cristo no admite suplencias ni sucesores. No obstante, por voluntad del mismo Jesús, existen en la Iglesia ministerios con sus prerrogativas. La relación de estos ministerios con el único ministe­ rio de Cristo se interpreta con la terminología icónico-simbólica de la representación Los ministros en la comunidad ocupan el lugar de Cristo, personifican a Cristo, obran “in persona Christi”. No es una presencia moral o jurídica, sino una presencia sacramental y real. La recuperación de esta dimensión cristológica en clave simbólico- 136 B. DUPUY, Teología cíe los ministerios , en Mysteiium salutis IV/2, Madrid, Trotta, 1984: El ministerio como representación de Cristo y como potestad, 474-477. 62 NAT. GRACIA LVÍ 1/enero-abril, 2009, 7-64. ISSN: 0470-3790

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