PS_NyG_2009v056n001p0007_0064

CARLOS HAZARRA podrán opacar la realidad sustancial del amor. ‘ A u n qu e h ab la ra la s le n g u a s d e lo s h om b res y d e lo s á n g e les, si no ten go amor, s o y com o b ro n ce q u e su e n a o cím balo q u e retiñe. A un qu e tuviera el d on d e p ro fecía , y c o n o c ie ra tod o s lo s m isterios y toda la cien cia ; a u n q u e tuviera p len itu d d e f e com o p a r a tra sla d a r m on taña s, si no ten go am or ; n a d a soy. A u n qu e repa rtiera tod o s m is bienes, y en trega ra mi c u erp o a la s llam as, si no ten go amor, n a d a m e a p r o v e c h a ” (1 Co 13,1-3). Los cristianos antes que intelectuales, deben ser personas amantes de Dios y del prójimo. “Yo le s d igo: Am en a s u s enem igos... p a r a qu e se a n h ijos d e su P ad re celestial, qu e h a c e sa lir el so l so b r e m a lo s y bu en os, y llo v er so b re ju st o s e injustos. P o rqu e si am an a lo s q u e le s am an , ¿ q u é recom p en sa van a ten er? ¿No h a cen e so m ism o tam b ién lo s p u b lica r lo s? Ustedes se a n p e r fe c to s c om o e s p e r fe c to su P a d re c e le stia l ” (Mt 5,44-48). La perfección de que habla Jesús es la perfección del amor, no la de la inteligencia. “Te alabo, Padre, p o r q u e h a s o cu lta d o e sta s c o sa s a sa b io s e inteligentes, y s e la s h a s rev ela d o a lo s p e q u e ñ o s” (Mt 11,25). La importancia del amor sobre otras normas legales destaca en la respuesta de Jesús a los fariseos cuando le preguntan por qué sus discípulos no ayunan. No ayunan porque el Evangelio es la cele­ bración de una boda entre Dios y la humanidad. Es un ambiente de amor: el novio está aquí (Le 5,34). Cuando se olviden del amor, es que el novio ya no está presente. Entonces ayunarán (Le 5,35). Cuando nos olvidamos de que lo fundamental es el amor, entonces la preferencia se va hacia lo doctrinal, y se fundamenta la diferencia entre ministerios y laicos en la potestad de enseñar que se atribuye a los primeros. Las cartas pastorales pondrán en guardia contra los falsos doctores. Así, por ejemplo, la carta de Santiago insiste en no considerarnos maestros (St 3,1) por el peligro del mal uso de la lengua, e insistiendo en la buena conducta. El espíritu de contienda fomenta una sabiduría terrena, natural, demoníaca. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es pura, pacífica, llena de compasión y buenos frutos de justicia y de paz (St 3,14-18). En la I a de Pedro, se habla del sacerdocio de todo el pueblo, piedras vivas y de sacrificios espirituales (1 P 2,1-10). A los presbíteros se les 44 NAT. GRACIA LVI 1/enero-abril. 2009, 7-64. ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz