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CARLOS BAZARRA amor y, así, llevar la lu z de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica ” 56. Si esto es así, la voluntad de Dios es una catolicidad real basada en el amor, sin acepción de personas, sin fronteras, catolicidad de pueblos, culturas, razas y continentes. “La Iglesia confía más en la fu e r za de la verdad y en la educación para la libertad y la respon­ sabilidad, que en prohibiciones pues su ley es el amor” 57. Todo ser humano debe ser persona, hermano, eclesial y católico (=universal). Es la tarea que hemos recibido de Dios desde nuestro origen exis- tencial. 4 . P u e b l o y ser v ic io Todo lo expuesto viene a ser el marco referencial para encua­ drar el tema propuesto: La condición de discípulos de todos los cris­ tianos y el ministerio de maestros en la Iglesia. Nos centramos en un planteamiento cristiano y de la Iglesia específicamente católica. El Vaticano II recuperó la dimensión de Pueblo. Al tema del misterio de la Iglesia, siguió inmediatamente el capítulo 2: El pueblo de Dios. “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino cons­ tituyendo un pueblo, que le confesara de verdad y le sirviera santa­ mente ” 38. Dos finalidades: confesar y servir a Dios. Son finalidades teológicas y trascendentes. Pero en ningún modo excluyen una tarea inmanente e interhumana. Lo explica un poco más adelante: “La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios. Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros. Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que alfin a l de los tiempos Él mismo también lo consume... Este p u e ­ blo mesiánico, aunque no incluya a todos los hombres actualmente, 56 BENEDICTO XVI, Dios es Amor, n. 39. 57 Documento ele Puebla, n. 149. 58 LG 9. 36 NAT. GUACIA LVI 1/enero-abi'il, 2009. 7-64. ISSN: 0470-3790

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