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DISCIPULADO Y MAGISTERIO ECLESIAL I a PARTE: PERSPECTIVA ORIGINAL 1. M e m o r ia h is tó r ic a El epíteto de “discípulos” es el más frecuente aplicado a los seguidores de Jesús. ¿Han dejado de ser discípulos para convertirse en “maestros” después de la Ascensión? Hay que tener en cuenta que la historia es ambigua y no tiene una trayectoria rectilínea. Por eso, podemos encontrar traducciones de las palabras de Jesús que hagan pensar en un magisterio de los Apóstoles, como “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tie­ rra. Por tanto, vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas... enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado” (Mt 28,18-20). Hoy podemos encontrar otras lecturas más concordes con la negación del magisterio, como por ejemplo, “ hagan discípu­ los”, o “aprendan de todas las naciones”2, “serán mis testigos” C Hech 1,8), “no tienen necesidad de que nadie les enseñe” (7 Jn 2,27), etc. Sin embargo no se puede excluir absolutamente una autoridad doctrinal. En los evangelios sinópticos se destaca la autoridad soberana de Jesús a través de sus enseñanzas y de la coherencia entre sus pala­ bras y su conducta. Jesús vive lo que enseña y enseña lo que vive. Pero también encontramos la transmisión de la autoridad de Jesús a sus discípulos, cuando los elige: “ Les dio autoridad sobre los espíri­ tus inmundos, sanar toda enfermedad”(Mt 10,1). Es sobre todo una autoridad que libera. También el poder de atar y desatar (Mt 18,18) que probablemente se trata no sólo del perdón de los pecados, sino de una autoridad doctrinal sobre lo prohibido y permitido. La comunidad no muestra un aspecto igualitario, sino una estructura de autoridad. Pero la autoridad eclesial no ha de enten­ derse como la del mundo: “El mayor entre ustedes, sea el servidor” (Mt 23,11). No cabe duda del papel de Pedro entre los doce. Hay 2 J. MASLÁ, Id y aprended de todas las gentes, en Sal Tetrae (septiembre 1989) 665-672. NAT. GUACIA LVI 1/eneroabril, 2009. 7-64. ISSN: 0470-3790 9