PS_NyG_2009v056n001p0007_0064

DISCIPULADO Y MAGISTERIO ECLESIAL Prescindamos por ahora del mundo en su concepto peyorativo, y sigamos hablando de él en la visión positiva que utilizamos en el capítulo anterior. El mundo es bueno y querido por Dios, pero no es perfecto. En docilidad al Espíritu hemos de seguir edificándolo en cuanto realidad dinámica, y desde la fraternidad no nos hemos de detener hasta lograr un mundo de convocados a una comunión no sólo moral sino en algún sentido ontologica. No sólo somos creados mundanos (punto de partida), sino también invitados y convocados a una tarea que hay que realizar (punto de llegada^). “No me han ele­ gido ustedes a mí, sino que yo les elegí a ustedes y les he puesto para que vayan y den fruto, y su fru to perm anezca” (Jn 15,16). Hemos sido llamados y hemos de responder a esa vocación. Esta convoca­ ción es lo que constituye la Ecclesia36. En este momento la Iglesia a la que nos referimos no es una estructura jurídica, sino una dimensión espiritual. Es una comunión que los hermanos hemos de formar, a ejemplo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que no sólo son personas distintas sino una comunión entitativa y real. No nos basta con querernos, sino que tenemos que llegar a una comunión real. Ahora no nos estamos refiriendo a la Iglesia Católica, u Ortodoxa, Reformada o Anglicana, Judía o Islámica, Budista o Sintoísta. Por un mundo mejor posible no podemos trabajar aisladamente, como francotiradores, sino en comunión. Constato que el pan que yo como no me lo he procurado por mí mismo, sino que han intervenido el sembrador, el segador, el molinero, el panadero, el vendedor y otras muchas personas que han trabajado calladamente. Este ejemplo demuestra la solidaridad mutua, pero todavía no refleja la comunión ontologica a la que nos convoca Dios. La tesis es la siguiente: Somos mundanos pero tenemos que ser eclesiales con una unidad más allá de lo mundano, una unidad que es gracia y respuesta, darse sin esperar a recibir, según aquella frase de Jesús: “Es mejor dar que recibir” (Hech 20, 36 H. HAAG, ¿Qué Iglesia quería Jesús?, Barcelona, Herder, 1998; AA. W ., La Iglesia de mañana. Crisis y esperanza, Barcelona, Nova Terra, 1970. NAT. GUACIA LVI 1/enero-abril, 2009, 7-64, ISSN: 0470-3790 29

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz