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CARLOS BAZARRA vienen aplicando a un sector de cristianos en contraposición a los demás. El Romano Pontífice es llamado “Papa” (=Padre) y los sacer­ dotes reciben el apelativo de “Padres”. Los miembros de la Jerarquía se consideran “Maestros” y “Dirigentes” mientras que los demás son considerados laicos y deben aceptar el magisterio y el gobierno de los supuestamente “Padres, Maestros y Directores”. Esta contraposición eclesial de dos sectores: por un lado, Padres, Maestros y Directores y, por otro lado, dirigidos y discípu­ los, plantea la pregunta de si estamos siendo fieles a la voluntad de Cristo o si nos hemos alejado de su proyecto original. No es sólo un problema lingüístico Q‘d e nom inibus non est qu aestio”), sino de realidades. Pareciera que los títulos exclusivos de la Trinidad: Dios- Padre, Cristo-Maestro y Espíritu-Guía y Animador, se los hubieran acaparado los miembros jerárquicos, dando lugar a un fenómeno idolátrico grave. En el fondo, se trata de respetar la alteridad de Dios y reconocer nuestra creaturalidad1. En la Iglesia, la verticalidad se da con relación a Dios, pero entre los miembros eclesiales todos somos hermanos (Mt 23, 8). La fraternidad sería la quintaesencia de la Igle­ sia. En esta perspectiva, ¿cómo articular la autoridad y la libertad? ¿Cómo respetar las diferencias dentro de la comunión fundamental? Éste es el tema que se me ha propuesto: “La cond ición d e discípulos d e todos los cristianos y el ministerio d e maestros en la Iglesia Teniendo en cuenta la concepción actual sobre pedagogía, trataremos de seguir el planteamiento evangélico y lograr una pro­ puesta para hoy en fidelidad a los signos de los tiempos. 1 C. BAZARRA, No se dejen llamar Padres, en ITJiR 19 (1999) 99-115. 8 NAT. GRACIA LV1 1/enero-abril. 2009, 7-64. ISSN: 0470-3790

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