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DISCIPULADO Y MAGISTERIO ECLESIAL Esta es una dimensión del concepto de catolicidad: superación de todas las dicotomías, en concreto “amigo o enemigo”28. Jesús lo dijo claramente: “Ya no les llamo siervos, sino amigos” Qn 15,15). “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros ” (Jn 13,34)- “Oyeron que fue dicho: Aborrecerás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos” (Mt 5,43-44). Al enemigo no hay que eliminarle físicamente, sino transformarlo de enemigo en amigo por el amor. No puede bastarnos con ser personas si la personalidad no reviste la faceta de la fraternidad en el amor. El destino que Dios nos señaló al crearnos fue la fraternidad, no la soledad. “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18). Es una tarea que requiere la gracia de Dios, pero necesita nuestra colaboración. No es la fraternidad biológica que uno recibe automáticamente dentro de una familia. La filiación nuestra con respecto a Dios es sólo adoptiva, y también nuestra fraternidad tiene que ser fruto de la libertad y del amor, no de la carne. “Así que, hermanos, no somos deudores de la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si viven conforme a la carne, morirán” (Rm 8,12-13). Conclusión: nuestra condición de persona es imprescindible, pero requiere además la condición fraterna. 2a PARTE: PERSPECTIVAS INMANENTE Y TRASCENDENTE 1. S a l v a c ió n d f . l m u n d o e n el m u n d o Imaginemos que todos los hombres y mujeres ya somos huma­ nos, personas y hermanos. Ya no hay guerras. Es un sueño. A pesar de estos logros de capital importancia, podemos sucumbir a la tentación de dominio despiadado sobre lo mineral, lo vegetal y lo animal. Se leyó literalmente la Biblia: “Dominen la tierra, sojúz- 28 I. ZIZIOULAS, Kl ser aciesia/, Salamanca, Sígueme, 2003, 175. NAT. GRACIA LVI 1/cncro-ahril. 2009. 7-64. ISSN: 0470-3790 25

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