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CARLOS BAZARRA p a d r e y a su m ad re (separación), y se unirá a su mujer, y serán una sola ca rn e (com un ión )” (Gn 2,24). Desde este ángulo ya se nos está insinuando el nuevo paso que se tiene que dar en el nivel antropológico, dentro del horizonte que comienza a surgir ante nuestros ojos. Hombres y mujeres no deben encerrarse en su individualismo: se impone una des-individualiza­ ción en favor de una apertura hacia los otros, hacia una humaniza­ ción que rompe oclusiones y cerraduras. Hombres y mujeres deben abrirse para hacerse humanos. 5. “E ffatá ” El cosmos todavía no ha alcanzado una total hermosura. Puede quedarse reducido a una serie de compartimentos estancos. Como un rascacielos que destaca en medio de la ciudad, pero con una serie de apartamentos cerrados, sin comunicación entre ellos, como vecinos que no se conocen ni se hablan. Se pueden encontrar en el ascensor o en las escaleras, sin hablarse, sin escucharse, sin mirarse aunque se vean. Son individuos, con sus fronteras. No son comuni­ dad. Les falta comunión. Dios todavía no puede descansar, porque no todo está bien. No ha llegado el día de sábado. En la historia, Jesús comienza esta tarea de abrir puertas para que la gente supere las cerraduras y se abra a los demás. Hay unas escenas paradigmáticas en el evangelio cuyo mensaje hemos de comprender. Le trajeron a un hombre sordo y mudo. Es todo un símbolo de cerrazón. No puede recibir porque no escucha; no puede dar porque no habla. Es una isla desierta en medio del mar de la vida. Jesús toca sus oídos y su lengua y da una orden: “E ffa tá”, “Ábrete” (Me 7,34). Al momento se abrieron sus oídos, y se le soltó la lengua. Comenzó a hablar. Y la gente se maravillaba: “ Todo lo h a hecho bien, h a c e oír a los sordos, y h a b la r a los m udos” (Me 7,37). Nos remon­ tamos al sábado de la creación, después de que Dios vio todo lo que había hecho y que estaba bien hecho. “ Reposó el d ía séptimo d e 18 NAT. GRACIA LVI 1/enero-abril, 2009, 7-64. ISSN: 0470-3790