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538 EDUARDO GUARDIOLA Tu Palabra eterna, el esplendor de tu ser y el reflejo de tu gloria se ha posado en nuestra carne, ha asumido todo lo huma­ no como cosa suya... has puesto tu corazón justamente en medio de la creación de tu mano, para que el ser humano fuese expre­ sión e imagen de tu gloria. Y por eso —se sepa o no se sepa—, toda obra de cultura resulta un fragmento de la propia historia de tu Palabra, pues todo se ha convertido en su propio mundo... Por esto, concédenos también que sean de los que anuncian y acre­ cientan ese Reino, en el que —transformado y transfigurado— se salva para siempre todo lo que el ser humano ha forjado como partícipe de tu poder creador. El Espíritu de tu Hijo venga sobre ellos, para que tu nombre sea loado ahora, en este tiempo, y por eternidad de eternidades. Amén»59. Y como broche final, los versos con que Gerardo Diego, cre­ yente ferviente, expresó aquel deseo de vivir en Cristo, al estilo del apóstol Pablo: «Transfigúrame, Señor, transfigúrame. Traspásame tu rayo rosa y blanco. Quiero ser tu vidriera, tu alta vidriera azul, morada y amarilla en tu alta catedral. Quiero ser mi figura, sí, mi historia, pero de ti en tu gloria traspasado. Quiero p od er mirarte sin cegarme, convertirme en tu luz, tu fu eg o altísimo ...*60. Eduardo G uard io la 59 K. R ahner , «Plegaria por los creadores-, en Escritos de Teología, VII, Madrid 1961, 432-434. 60 G. D ieg o , -Salmo de la Transfiguración», en Segunda Antología de sus ver­ sos , Madrid 1987, 15.

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