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534 EDUARDO GUARDIOLA Y es preciso contemplarse al abrigo de todo, sostenido por el mismo Dios: «Aquí tendido — cuatro de la tarde — soy todavía. Tú que miras, tú que me conoces — y yo a ti no — sabes que lucho, Señor de las batallas interiores, y ves que, una vez más, mi caos escribo, mientras tú, repasando mi costumbre — ¿no te aburres, Dios mío?— , ves el modo de perdonar mirando muy abajo » 52. Y León Felipe se adelantó a su tiempo con una «contestación» extremosa, nacida, más que de la rebeldía, de un profundo sentido del misterio, de una desgarrada vida interior. Un hombre en contac­ to con la oración, el llanto y la blasfemia. En perpetua búsqueda, ya que «Dios dirá: Ésta es la Ley del Universo: La busca, la rebusca que tiene al perro siempre alerta». Y es que «el poeta del Viento aún no ha encontrado la Luz», se limita a ser, como poeta, «el cronista de la realidad y del misterio»53. Los poetas han buscado siempre a Dios y, dada la proyección trascendente de la vivencia poética, es posible hablar de la intuición poética como de una fe natural; una vivencia de encuentro o de búsqueda que, tanto en poetas españoles como de fuera de nues­ tras fronteras, estremecen en ocasiones por sus gritos desgarradores o conmueven por la proximidad y cercanía ante la divinidad o por su actitud oracional. Una vez más recurrimos a León Felipe, en mi opinión paradigmático en este aspecto, quien escribió a Camilo J. Cela no mucho antes de su muerte: «Me gustaría decirle a alguien, a usted, por ejemplo, que mi poesía, salvo los momentos religiosos que tienen un aliento de plegaria, la rompería... He tenido una voz irritable, irritante y salvaje sin freno y sin medida, y sólo en algunos 52 Citado por P. M. Lamet, «Poesía y ensayo: ‘Memorias y compromisos’, de J. García Nieto», en Reseña, 16 (1967) 46. 53 C. M uñiz , «Profetismo y blasfemia en León Felipe», en Proyección, 6 (1969) 178.

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