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LAS CONSTITUCIONES DE LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS... 469 proposición de valores teológico-espirituales que permitan entender con novedad y realizar con actualidad el seguimiento de Cristo, el propuesto ya hace ocho siglos por san Francisco. La insistencia en la necesidad de proceder a los cambios en la normativa y su acomodación a los distintos tiempos y lugares, algo que resulta siempre una verdad, puede aparecer perjudicial en el sentido de que distrae del estudio y subsiguiente aprecio y valora­ ción de las motivaciones, a saber, de la espiritualidad y de la doctri­ na de las que son portadoras las Constituciones, e incluso producir un cierto cansancio. La primera perspectiva nos lleva a insistir en el aspecto de la globalización. Decimos con el tantas veces citado documento de la Comisión Teológica USG, n. 69: «Si asumimos la dimensión compleja de la realidad, de nues­ tra identidad, descubrimos que no es tan fácil ejercer la dimen­ sión profètica de nuestra vocación a través del anuncio y de la denuncia. Si aceptamos nuestra complejidad, también aceptamos la complejidad de los otros, del mundo. ¡Todo es complejo y no puede ser reducido a esquemas predeterminados y prejuicios! La vida consagrada descubre entonces que su función profètica con­ siste en ser fronteriza, contracultural, alternativa (cf. VC, 84). El reconocimiento de la identidad compleja hace de cada persona, de cada religioso, un punto de encuentro, una mediación entre los diferentes. Una congregación en la que tiene vigencia el res­ peto de la identidad compleja es un ámbito de diálogo, de inte­ racción, de ecumenismo». Desearíamos para las Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos el acierto de una programación actualizada del carisma franciscano capuchino universal y católico que lo integre en la estra­ tegia de la diversidad. La segunda perspectiva recuerda el empeño de fidelidad que debe darse en el esfuerzo por encarnar la mentalidad de nuestro tiempo, tal vez dicho mejor, siglo, en el carisma e identidad francis­ cano capuchina. Se debe saber llevar y aceptar con optimismo y esperanza la labor de redacción de unas Constituciones que adapten sus disposiciones a las necesidades de los nuevos tiempos, pero que, sobre todo y ante todo, sepan presentar una espiritualidad que refle-

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