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LAS CONSTITUCIONES DE LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS... 419 la cuestión, en otros tiempos considerada capital, de la superioridad de una cultura frente a la otra o de simple comparación de ambas. Ha resultado difícil constatar y valorar el hecho de la existencia de esas maneras, ya no digamos culturas, sino sencillamente res­ puestas a los diversos modos de ser; pero, sobre todo, ha resultado difícil el programar en particular las Constituciones con las normas que describen las exigencias del que apelamos y reconocemos como carisma congregacional. Resulta ejemplar e iluminador el empeño dado entre los capu­ chinos del pasado por ser fieles, en cualquier lugar del mundo, europeo en un principio, americano luego y más tarde africano y asiático, a la vivencia del carisma franciscano capuchino, modo radical de realizar el cumplimiento del Evangelio interpretado a la italiana. Lo escribo con el máximo aprecio y respeto. De ahí el compromiso de imitar a san Francisco, viviendo el seguimiento de Cristo, en un primer momento, a estilo franciscano conventual y observante; luego capuchino, y éste en la peculiaridad del modo italiano y con connotaciones y concreciones muy aprecia- bles y estimables de actuaciones o modos de ser italianos de frater­ nidad, de pobreza, de oración..., que servían de instrumento y medio para unificar la Orden, imponiendo estilos y modos de un lugar concreto en otros lugares como podían ser España, Francia, Europa y más tarde América, África y Asia. Téngase bien presente que el carisma, en nuestro caso francis­ cano capuchino, no es un modo de ser italiano; se sirve a modo ita­ liano, olvidando más que marginando la inculturación del mismo y dando así origen al denominado caso de carismatización de la vocación franciscano capuchina dentro de los otros modos de ser culturales. La carismatización de los diversos modos de ser culturales debe venir entendida en toda su amplitud individual y social. Es verdad que son sólo las personas las llamadas a realizar un modo de ser franciscano capuchino, pero es también verdad que a tra­ vés de éstas se debe alcanzar y llegar a constituir y construir un modo de ser colectivo o grupal. Y ello, partiendo, en primer lugar, de un reconocimiento elemental, aquel que hace presente que la persona humana es el ser más inmaduro de la creación y que esta

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