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LAS CONSTITUCIONES DE LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS... 461 rrección. Dios qu iere que el hom bre viva (cf. Ez 18, 23), se acerca a él mediante la Muerte del Hijo para revelarle la vida a la que llama en Dios mismo. Todo hombre que busca la salvación, no sólo el cristiano, debe detenerse ante la Cruz de Cristo. ¿Aceptará, prosigue preguntándose el Papa en un texto que trans­ cribimos textualmente, la verdad del Misterio pascual o no? ¿Creerá? Esto ya es otra cuestión. Este Misterio d e salvación es un hecho con ­ sumado. Dios ha abrazado a todos con la Cruz y la Resurrección de su Hijo. Dios abraza a todos con la vida que se ha revelado en la Cruz y en la Resurrección, y que se inicia siempre de nuevo por ella. El Misterio está injertado en la historia de la hum an idad, en la his­ toria de cada hombre, como queda significado por la alegoría de la vid y de los sarmientos, recogida por Juan (cf. Jn 14, 1-8). La soteriología cristiana es soteriolog ía d e la p len itu d d e la vida. No solamente soteriología de la verdad descubierta en la Reve­ lación, sino que al mismo tiempo es también soteriología del amor. En un cierto sentido es, en primer lugar, soteriología del Amor Divi­ no (ib id ., 172). Pediríamos al capítulo VII de las Constituciones de los Herma­ nos Menores Capuchinos un enfoque y clima algo más gozoso del actual y una presentación del misterio de la penitencia, no sólo como cruz y austeridad, sino sobre todo como Amor y Esperanza de Resurrección, fruto del empeño de fidelidad a la propia voca­ ción, con su carisma específico, y en fuerza del don del espíritu, que ayuda a descubrir que el camino de la conversión y penitencia es plenitud de verdad, de belleza y de gozo en el Señor. C apítu lo VIII.— R ég im en d e la O rd en o F raternidad Las actuales evoluciones sociales y cambios culturales a los que asistimos recordaba hace unos años (cf. L auren tianum , 38 [1997] 445-593), invitan a fijar y clarificar las posiciones del texto del capí­ tulo VIII de las Constituciones de los Hermanos Menores Capuchi­ nos. Apuntaba entonces allí que entre las posiciones a fijar y reno­ var se encontraba la de la distinción entre servicio y poder y dentro de este poder, en la Iglesia servicio, la distinción entre legislativo, judicial y ejecutivo y, muy en particular, la función de asesoría o

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