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454 SATURNINO ARA «Así pues, los religiosos, con espíritu de fe y amor a la voluntad de Dios, obedezcan humildemente a sus superiores según la norma de la Regla y Constituciones, empleando las fuer­ zas de la inteligencia y voluntad, así como los dones de la natu­ raleza y de la gracia, en la ejecución de los mandatos y en el cumplimiento de los cargos que se les han confiado, sabiendo que así trabajan para la edificación del Cuerpo de Cristo según el designio de Dios. Así, la obediencia religiosa, lejos de menos­ cabar las dignidad de la persona humana, la lleva, por la más amplia libertad de los hijos de Dios, a la madurez*» (PC, 14). C a p ítu lo XI.— N u e s t r a v id a d e c a s t i d a d c o n s a g r a d a Este capítulo ofrece una novedosa visión de la castidad frente a la posición radical de un pasado, anquilosado y obsesionado por los peligros de sexo y de la mujer, posición que insistía en los aspec­ tos negativos de la castidad consagrada y olvidaba de recordar y proponer este consejo evangélico como insigne y precioso don, gra­ cia concedida por el Padre a algunos en expresión de la Lumen gen- tium 42, de la Evangélica testificatio 15 y del Perfectae caritatis 12, etc. (cf. 27 Colección OPI, p. 155). No obstante, este mismo capítulo podría quedar más actualiza­ do y enriquecido si, partiendo de una conciencia y una vivencia en las que se apreciara la valoración de la diversidad de sexos querida por el Creador, descubriera y presentara al mismo Dios actuando en los orígenes del mundo y creando «al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creo, macho y hembra los creó» (Gén 1, 27). El texto del capítulo XI debería basarse en el conocimiento y confesión de que nuestra sociedad, en la actualidad más que nunca, se pregunta por el significado del voto de castidad para el hombre y mujer. Y sin caer en la trampa de lo sexual, debería destacar el alcance de esa maduración o equilibrio afectivo al que hace refe­ rencia la Constitución 172, 4. Unas Constituciones que ofrecen motivaciones para superar la estrechez de miras en la vida fraterna, en la actuación y compromi­ so misionero, en la oración, etc., podrían haberse esforzado por dar en el capítulo XI ayudas que permitieran unas nuevas y más antro-

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