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LAS CONSTITUCIONES DE LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS... 453 Señor, no obstante los deberes y disposiciones legales que cumplir, entre éstos, la misión de animación espiritual, sobre la que volveremos en las obser­ vaciones hechas al capítulo VIH El artículo II presenta la actividad de obediencia por parte de los Hermanos o súbditos como acción carismàtica, visión que podría quedar enriquecida con la presentación de la obediencia como res­ ponsabilidad corporativa, es decir, exactamente lo contrario del individualismo y como una opción libre que permite ponerse en manos de Dios a quien se sabe escuchar en los otros. Se ha escrito recientemente: «La obediencia como actitud es apertura en lugar de cerra­ zón, escucha en lugar de autismo, interrogante en lugar de segu­ ridad. Sólo entonces, cuando en mí haya una actitud de apertu­ ra, de escucha, de búsqueda, tendré conciencia responsable de que formo parte de un cuerpo y que gracias a esa realidad cor­ porativa todos podemos salir adelante. Hay que tener concien­ cia de que ser ciudadano es tan decisivo como ser persona. O dicho de otra forma: no podríamos vivir como persona si nadie a nuestro alrededor tuviese conciencia del ciudadano: responsa­ bilizarse de la Ciudad —no Guardería —, porque hemos de vivir en ella» (cf. CONFER 40 [2001] 448). La obediencia deberá presentarse como algo distinto de la aceptación o no de las obligaciones domésticas y como algo tam­ bién distinto de la simple observancia de las reglas de un vivir ju n ­ tos, a saber, como aceptación reservada a las propuestas de ani­ mación hechas a la fraternidad, nunca como abdicación de la responsabilidad concerniente a la vida personal y como una intro­ ducción al misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y a la misión que la Trinidad confía. El voto de obediencia, cuyo mínimo legal no especifica el capí­ tulo X de las Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos, convendría que fuera visto, además que desde esa alta visión de caritativa y de escuela de escucha, desde la perspectiva de apertura de quien se abre hacia los demás. Por aquí habría que buscar el sig­ nificado antropológico de nuestro voto de obediencia. Como apues­ ta el Vaticano II, cuando recuerda:

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