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442 SATURNINO ARA «Es bueno para todos que la vida consagrada en cualquier continente se pueda expresar de forma acorde con su propia cultura. Pero debemos reconocer que estamos marcados por un modelo de vida consagrada poco permeable al pluralismo y, por ello, no hemos desarrollado mecanismos que lo puedan sus­ tentar — incluso teológicamente— . Una visión eclesiológica que permita compartir en profundidad la propia experiencia de Dios en diversas culturas enriquece y sostiene la vida consagrada. Este planteamiento tiene algunas consecuencias respecto a los textos constitucionales y normativa y respecto a los capítulos generales«*. He de confesar que no he leído ni oído que entre los capuchi­ nos se haya hecho estudio alguno en el que se examine el texto de las Constituciones y de la restante normativa más concreta, como son las Ordenaciones y Disposiciones provinciales, y donde se exponga, de forma directa, el problema de la capacidad de incultu- ración en el hoy del carisma franciscano capuchino. Puedo hace notar que cuando daba término a mis reflexiones sobre' las Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos me invitaba a mí mismo a realizar este tipo de trabajo y estudio, y lo hacía con un artículo publicado en la revista N a turaleza y G racia XLVI (1999) 407-436, en el que sintetizaba, de una forma muy general, esos avances doctrinales que están exigiendo una presentación doctrinal- espiritual; allí se dice de futuro, aquí se confiesa de actualidad. Con la mejor intención y buena voluntad, gustaría que fuera también con competencia, ofrezco estas reflexiones en las que ahora y en este tercer punto titulado «La espiritualidad de las Constitucio­ nes de los Hermanos Menores Capuchinos», busco y trato de dar, brevemente, recorriendo capítulo por capítulo, algunas sugerencias en orden a esa actualización de la espiritualidad-doctrinal del texto de estas Constituciones. C a pítu lo I.— V ida d e los H erm ano s M eno res C a pu ch in o s Este primer capítulo contiene dos artículos: 1. Nuestra vida según el Evangelio, y 2. Nuestra vida en la Iglesia. Ambos artículos ponen de manifiesto que las Constituciones son mero instrumento

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