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LAS CONSTITUCIONES DE LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS... 431 que son los signos de los tiempos que manifiestan los cambios reli­ giosos y ayudan descubrir la voluntad de Dios. El esfuerzo de exa­ men que se hace con espíritu de fidelidad creativa a la que nos invi­ ta la exhortación papal Vita consecrata resulta ser la mejor manera de llevar adelante la refundación, de la que tanto se habla, y de acen­ tuar la presencia en el mundo del que el Hermano no huye, ya que siente la necesidad de permanecer en el mismo, aun secularizado y sin Dios, para desde la fuerza, la ayuda y el ejemplo del grupo que cree y se arriesga a vivir la radicalidad evangélica, ofrecer el testimo­ nio, primero, de la primacía de Dios y, luego, de la primacía del hom­ bre y el de la experiencia de la divinidad de Cristo. Entre los cambios directamente religiosos podríamos señalar el de la valoración de la Trinidad, como afirmación de la Unidad de Dios y sus repercusiones para las relaciones interpersonales y la vida de fraternidad en conexión con la solidaridad, valor tan de actuali­ dad en una sociedad que apuesta por la primacía del hombre, no tanto por la de la vida, con olvido, marginación e incluso muerte de Dios. La perspectiva e impostación trinitarias ayudan a los consagra­ dos a tener fe, ya sea en su propia vocación, así como también en su inserción histórica, tales como éstas se entienden y explican desde la misión específica. Destaca seguidamente, entre los valores directamente religio­ sos, el tema de la gratuidad, tan de actualidad en una teología que recuerda al hombre narciso empeñado en construirse o realizarse a sí mismo, el misterio de la bondad del Dios Padre Misericordioso o la visión del Padre celestial (cf. Mt 5, 45) por quien fue enviado (Cristo) y a quien retomará (cf. Jn 16, 28). «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios ver­ dadero, y al que tú has enviado, Jesucristo (Jn 17, 3). Toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicionado por toda criatura humana, y en particular por el hijo pródigo (cf. Le 14, 11- 32). Esta peregrinación afecta a lo íntimo de la persona, prolon­ gándose después a la comunidad creyente para alcanzar la huma­ nidad entera» (Tertio millennio adveniente, 49). Se puede afirmar que el gran cambio religioso de nuestra época es aquel que hace presente una verdad sobre la que ya venían insis-

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